Lost in Translation X – Tokio

Domingo 19 de agosto

Empezamos la mañana acercándonos a la estación de “nuestro barrio», Shinjuku, a comprar billetes de tren para ir a Hakone un par de días después, y cogemos el Romance Car, un tren de la compañía privada Odakyu, que es muy famoso entre los japoneses para hacer el trayecto hasta Hakone. Además, nos compramos la Suica, una tarjeta prepago con un chip de radiofrecuencia que podemos utilizar no sólo en la JR y en el metro, sino también en máquinas expendedoras, en tiendas de conveniencia, etc., y que, por supuesto, sólo necesitas acercarla a las máquinas para pagar, lo que hace todos los tránsitos en metro mucho más rápidos. Cargamos la tarjeta con dinerito contante y sonante y vamos paseando tranquilamente hasta uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad: El Gobierno Metropolitano, es decir, el ayuntamiento de Tokio, obra del conocido arquitecto japonés Tange Kenzo.

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Al llegar, nos decidimos por una de las dos torres gemelas que tienen mirador con vistas panorámicas, pasamos el control de seguridad y tomamos el ascensor. Tardamos muy poco en llegar arriba, ¡qué rapidez! Y ale, vistas panorámicas de toda la ciudad… y encima gratis, ¡mola! Vemos todo Tokio a nuestros pies, hasta donde llega nuestra vista. Intentamos ver el Monte Fuji, que se puede ver, pero nada, sigue escondido detrás del telón de contaminación y humedad del verano. Laura empieza a decir algo que dirá muchos días en Tokio: el Monte Fuji no existe, es una invención :D… ¡pero si es que es imposible verlo! Un ejemplo de las vistas:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Al bajar, damos un paseo por el parque adyacente al edificio, lleno de esculturas de arte moderno y decidimos ir en metro hasta Harajuku, para empezar visitando el Santuario de Meiji y ver a los frikis de la zona. Sí, frikis, porque en fin de semana, son muchos los jóvenes japoneses que se disfrazan con todo tipo de trapos y se juntan en la zona. Cuando llegamos a Harajuku, todavía no hay mucho movimiento frikil, quizás en parte por la hora y por el inmenso calor que hace, así que nos adentramos en el santuario de Meiji, que fue construido en memoria del emperador Meiji y la emperatriz Shôken. Como tantas otras cosas, fue destruido durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, pero se reconstruyó en 1958 con una réplica exacta del original (hasta se utilizaron los mismos materiales, para asegurarse de que quedaba igual). Una imagen del santuario:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Para entrar al santuario, hay que pasar por debajo de tres torii y dar un largo paseo por un ancho camino, con árboles a ambos lados, hasta llegar al final al santuario. Y son tres los torii porque cuando pasas por debajo de uno, quedas purificado, pero la purificación sólo se mantiene en línea recta, y como el camino tiene dos giros, es necesario poner más torii. A mitad de camino, se nos acerca un grupo de universitarios japoneses. Nos preguntan si hablamos inglés y al decirles que sí, nos explican que son de un club universitario (¡qué típico!) llamado «English Conversational Club», es decir, un club de conversación en inglés. Nos proponen acompañarnos en nuestra visita al santuario mientras nos comentan cosas interesantes del sitio. La entrada al santuario:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Nos caen bien, parecen simpáticos y tienen muchas ganas de practicar inglés los pobres, así que les decimos que okay y ale, seguimos caminando hacia el santuario, ahora con compañía y hablando en inglés. La que parece la líder del grupo (todos acuden a ella cuando no encuentran una palabra) es casi la que peor habla, jejejee, Laura tiene que aguantarse la risa cada vez que la chica habla, porque intenta pronunciar tan bien y tan guay, ¡que es difícil entenderla! Vamos todos juntos, charlando hasta llegar al santuario. Allí, nos empiezan a contar cosas interesantes del templo. Según dicen, aquí se celebran muchas bodas, porque el matrimonio Meiji fue largo y feliz (o al menos, eso dicen, ^_^), así que nos hacen una foto delante de dos árboles en medio del patio principal, entrelazados como si de un matrimonio se tratara, para que el nuestro sea próspero y feliz como el de los Meiji. Pues vale, ^_^:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Nos cuentan un montón de cosas más, como las miles de marcas que hay en las puertas de entrada al altar, producto de los millones de japoneses que se acercan al templo en Año Nuevo y lanzan una moneda de cinco yenes, que muchas veces impacta directamente en las puertas, sin alcanzar su destino real, y dejan, por tanto, marcas en la madera. Nos acercamos al altar del santuario, donde el chico del grupo nos explica las diferencias a la hora de rezar entre la religión budista y la sintoísta… les cuesta encontrar las palabras, a veces, pero son muy simpáticos, jejejeje. Una vez visitado el santuario, nos despedimos de los chicos mientras vemos cómo unos recién casados salen del santuario, en procesión, acompañados de sus familiares y amigos más cercanos. Laura no para de decir que pobre novia, con ese gorro horroroso que se utiliza literalmente para ‘cubrir los cuernos de la mujer’ (lo flipas… ). En fin, los chicos del club se ríen de los cuernos y de todo, nos hacemos una fotito para recordar el momento, nos despedimos y nos sentamos un ratito a descansar, aquí los tenéis:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Mientras descansamos, vemos cómo llega otra novia, acompañada de sus familiares, para casarse. Al rato, ya sale con su marido, casados. Es interesante ver los trajes, la procesión, el ritmo… Cuando estamos viendo las fotos que hemos hecho, aparece otra novia… ¡Toma ya! Realmente este santuario es una máquina de hacer bodas… Sobre todo porque las bodas japonesas al estilo sintoísta son mucho más cortas que las católicas! En fin, os dejamos con una foto de una de las bodas que vimos:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Salimos del santuario y nos paramos un rato en el Jingu-bashi, es decir, el puente que está justo a la entrada del santuario, donde se juntan los ya mencionados frikis más frikis de Tokio vestidos con sus mejores disfraces de… de… de todo: desde lolitas góticas, hasta lolitas muñequitas, momias, soldados de la Segunda Guerra Mundial, enfermeras… lo que sea. La cuestión es disfrazarse y juntarse ahí. Pues vale.

Todavía es algo temprano y hace mucho calor (y el sol da justo sobre el puente), así que decidimos volver más tarde para ver el ambientillo frikil y nos vamos a pasear por una de las calles más famosas de Harajuku, el callejón Takeshita-dori, lleno de tiendas de ropa y accesorios, donde la juventud que se mueve por el barrio puede comprar de todo para ir a la moda (o no ir a la moda, ^_^). Que si vestidos de lolita gótica, que si vestidos de colegiala virginal, que si tiendas de dudosa reputación… Una callejuela llena de ambientazo:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

En fin, finalmente, acabamos paseando por otra de las calles más conocidas del barrio, completamente distinta a la anterior, Omotesandô, llena de cafés, restaurantes y boutiques de las caras. Que si Channel, que si Louis Vuitton, que si Tiffany’s… en fin, nada que ver con Takeshita-dori. Entre tanta boutique nos ha entrado hambre, que ya empieza a ser hora de comer, así que acabamos en un restaurante con una extensa carta y bar de bebidas (se puede beber todo lo que se quiera) y comemos tranquilamente. Luis, aprovechando que tienen Calpis, se pone hasta arriba, a veces sólo de Calpis, y otras veces de Calpis con zumo de frambuesa, como hacen los chavalillos japoneses.

A la salida, decidimos pasear un poco más por el pijo Omotesandô para acercarnos al parque Yoyogi, que al ser domingo está en su máximo apogeo: vemos a grupos de japoneses vestidos en cuero negro, con inmensísimos tupés a lo Elvis (aunque sus tupés pondrían verde de la envidia al propio Elvis), bailando rock’n’roll al más puro estilo rockabilly, mirad, mirad:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

A chicas vestidas de años cincuenta, en plan Grease total, bailando rock de la época. A grupos y más grupos de música, tocando sus canciones e intentando vender sus CDs (algunos tienen fans y todo, y algunos hasta lo hacen bien). En fin, un espectáculo total:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Después de un buen paseo por el parque para ver la ‘fauna’, acabamos otra vez en Jingu Bashi, que está ahora repletito de frikis disfrazados. Vemos de todo… indescriptible, mejor ver fotos porque no podríamos definir los disfraces y el montón de gente que había. Si hasta había un fotógrafo profesional haciendo una sesión de fotos para algún libro sobre la fauna cosplay de Harajuku… Ahí van algunas fotos:

Posando en pareja:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

En pareja, haciendo el chorra:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Lolita simpatiquísima, posando para nosotros:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Mmmm… indescriptible:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Ídem:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

¡Qué mona ella!

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Y ahora con su amiguita, ^_^:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Decidimos dejar tanto frikismo japonés atrás, coger el metro e ir al Palacio Imperial, el hogar del emperador de Japón y de la familia imperial. En realidad, no se puede entrar al palacio y casi ni verlo, pero si se puede pasear por los jardines de su alrededor, y eso es lo que hacemos. El palacio se reconstruyó en 1968, después de que los bombardeos de, sí, lo habéis adivinado, la Segunda Guerra Mundial lo destruyeran, y se emplaza exactamente donde estaba el castillo de Edo, desde el que el shogun Tokugawa gobernó Japón. Este castillo fue el mayor del mundo, aunque desgraciadamente no queda nada de la estructura original, sólo el enorme foso y unos pocos muros. Aquí nos tenéis:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Justo cuando llegamos a la zona más fotográfica de todas, la zona de Nijü-bashi, se nos acerca un abuelillo japonés que también quiere practicar inglés. Parece simpático, así que le dejamos que nos cuente lo que quiera… y no, no es una visita guiada, sino más bien un intercambio de ideas sobre cómo ha cambiado su país, sobre las dos caras de los japoneses (que no son ni tan educados ni tan serviciales como se cree), etc. El hombre alucina cuando se entera de que ésta es nuestra tercera vez en Japón, jajajajajaa… Mientras hablábamos con él, aprovechamos para hacer alguna fotito desde la zona:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Al rato, nos despedimos y decidimos ir a la Torre de Tokio, momento en que Luis dice la mítica frase de: “vamos andando, si está aquí mismo, muy cerquita, que se ve desde aquí”. ¿Cerquita? ¿Cerquitaaaaaaaa? Tardamos casi dos horas en llegar y las fuerzas flaquean ya por todas partes… ¡por todos los kamisamas del mundo, qué caminata! Al final, después de cruzar barrios pijos, ver callejuelas oscuras y no saber exactamente dónde estábamos, llegamos a la famosa Tokyo Tower, una torre de comunicaciones de color rojo y forma parecida a la Torre Eiffel.

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Cansadísimos, nos sentamos un rato, Laura se toma una crêpe y aprovechamos para hacer unas llamadas a familiares y amigos. Medio muertos, cogemos el metro de vuelta al hotel, aunque no estamos demasiado lejos, pero tenemos que hacer transbordo, y mientras estamos en el andén de la segunda línea que tenemos que coger, nos informan de qué pasa algo y de que nos busquemos otras maneras de ir a casa. No nos enteramos mucho de qué es lo que ha pasado, pero vemos a mucha gente que se queda en el andén, tranquila, esperando, así que nos sentamos y hacemos lo que los japoneses que están acostumbrados a estas cosas hacen: esperar. A los quince minutos, llega el tren, como si nada hubiese pasado, y sin saber realmente qué había pasado (intuimos que un suicidio o así, por alguna de las palabras que Laura sí entendió).

Al llegar a Shinjuku, decidimos ir a tomar un delicioso gyûdon, un cuenco de arroz con carne de ternera y cebolla por encima… ¡ñami! Y ale, al hotel a descansar y a mimir, que se nos ha hecho muy tarde y estamos… ¡muertos!

Próximo capítulo: Tokio