Lost in Translation IX – Kanazawa y llegada a Tokio
Viernes 17 de agosto
Hoy nos levantamos media hora antes de lo normal, para que Rumiko pueda recoger los futon y preparar el desayuno entre 7:30h y 8:00h, ya que hoy tenemos un tren que coger prontito. Aunque está muy bueno, empezamos a estar algo cansados de este desayuno típicamente de Kioto, jejejejee… pero bueno, disfrutamos el último desayuno de todas formas. Después de desayunar, recogemos todo y hacemos el check-out. Rumiko está con nosotros todo el rato, esperando a que terminemos, pues no sólo hacemos el check-out, sino que también mandamos la maleta grande a Tokio, ^_^. Llega el taxi, Rumiko nos ayuda con las maletas, con lo que pesan! Luego se espera fuera y cuando ya nos vamos, nos hace una reverencia de 90 grados de inclinación (la más respetuosa)… ¡increíble! Qué servicio, por favor… Vamos, que os recomendamos totalmente, por situación, servicio, y todo lo demás, el ryokan Gion Hatanaka!!!
A las 9:40h, cogemos el tren Raichô exprés hacia Kanazawa. Dormitamos un poco en el tren y finalmente llegamos a Kanazawa. Allí, en una estación de JR súper-fashion con forma de torii de madera moderno rodeado de una estructura acristalada, vamos a la oficina de información, a ver si nos pueden dar mapas y cositas. Delante de nosotros hay una pareja de italianos muy pesados, que no paran de pedir cosas y tontear con la chica de información, ¡cómo se enrollan!. Total, que tenemos que esperar un buen rato… casi parece que lo hacen a propósito. Al final, conseguimos un mapa y algo de información, y como vamos algo cargados con las cámaras y demás, cogemos un taxi al ryokan. Pero para que podáis ver que nuestra descripción de la estación es acertada, os dejamos con una fotito:
Cuando llegamos al ryokan, ¡vaya cambio! En comparación con el de Kyoto, éste es una mierda, jajajajaja… (A partir de ahora, Luis lo denomina «ryokan infecto» cada vez que se refiere a él, entre risas) En fin, hacemos el check-in, dejamos las maletas y nos vamos a comer a un típico restaurante de curry, muy pequeñito (está la barra y dos mesas, nada más) y sacado de los años sesenta, regentado por tres mujeres muy simpáticas. Nos sentamos en la barra y pedimos dos katsu-kare. Laura lo pide mediano y Luis se pasa pidiéndolo extra-grande, ¡y vaya si es grande! Lleva arroz por un tubo, jajajajaja… pero al final, el tío se lo come, jeejejeje. Es uno de los mejores currys que hemos tomado en Japón, sinceramente. ¡Qué buen sitio! Si es que es como en España, a veces los sitios más ‘cutres’ o menos ‘fashion’ son los mejores, jejejeje.
Después de comer, vamos al Starbucks a tomarnos un matcha frappuccino y organizar nuestra visita a la ciudad. Decidimos empezar por uno de los tres jardines más importantes de Japón, el Kenroku-en, así que cogemos las cosas y para allá que vamos. No sabemos muy bien cómo, acabamos en la otra punta de la ciudad. ¿Ein? ¿Qué ha pasado? Volvemos atrás y finalmente llegamos al jardín, con un calor de mil demonios, y totalmente destrozados del viaje en tren, el madrugón, y los días que ya llevamos en Japón, que se empiezan a notar en las piernas.Os dejamos con una de las fotos más típicas de los jardines:
El nombre (kenroku significa ‘combinación de seis’) hace referencia al famoso jardín de la dinastía china Sung que exigía seis atributos para la perfección: aislamiento, amplitud, artificialidad, antigüedad, agua abundante y vistas panorámicas. Este jardín abrió sus puertas al público general en 1871 y es más visitado en invierno, cuando para superar el peso de la nieve, las ramas de los árboles se suspenden en el aire atándolas a un poste que se sitúa en el centro de cada árbol, creando formas cónicas estilizadas, impidiendo que se rompan cuando caen fuertes nevadas. Damos un buen paseo por todo el jardín, vemos todo lo que hay que ver y llegamos a la conclusión de que este jardín no es para tanto ni tiene tanto que ver… el de Takamatsu, sin ir más lejos, nos gustó muchísimo más, aunque en su descargo, es posible que nuestro (mal) estado físico haya afectado :D. Os dejamos con una vista general:
Algo desilusionados con la visita al jardín, y muy cansados, vamos a ver la famosa puerta de entrada al castillo de Kanazawa, que es lo único más o menos original que queda en pie. La puerta, llamada Ishikawa-mon, fue reconstruida en 1788, es una entrada impresionante a los jardines del castillo, y bien merece la pena pasear por ella. Sin embargo, pasamos de acercarnos al castillo, una reproducción de 2001, pues no nos parece tan interesante. Os dejamos con una fotito de la puerta:
Caminando tranquilamente, volvemos al ryokan, donde nos encontramos a los italianos pesados de la oficina de información, ¡nooooo! Riéndonos, cogemos nuestras cosas y subimos a la habitación. Luis dice que huele mal, pero básicamente huele a tatami viejo (y sí, huele tan fuerte que tira para atrás…) ¡si es que vaya mierda de ryokan! Suerte que sólo pasamos una noche aquí, que si no… Vamos luego a los baños públicos, porque la habitación no tiene baño, claro. El de chicas está cerrado por dentro, así que Laura tiene que esperar un buen rato, sentada en un salón que no ha cambiado su decoración desde los años cincuenta y en yukata… Cuando sale la chica, le dice ‘hola’ a Laura en castellano… ¡española tenía que ser! Coñe, que son unos baños públicos, uno no se puede encerrar ahí a la ligera. En fin, al final Laura se da una ducha rápida y poco más. En el de hombres Luis se encuentra a otro italiano afeitándose hasta la cabeza, así que se mete un ratito en el onsen pero sale rápidamente.
Descansamos un rato en la habitación, hasta la hora de cenar. Damos una vuelta por la zona, en busca de comida ‘menos japonesa’ (sinceramente, estamos algo saturados de tanto arroz y tanto pescado, jejejeje). Pero no hay manera, todo lo que encontramos es híper-japonés (dónde está un buen steakhouse cuando lo necesitas? :P), así que cansados acabamos en un McDonald’s, que siempre está bien tomarse una hamburguesa de teriyaki, jejejejeje… Allí nos reímos viendo cómo fashion-victims japonesas se arreglaban, pintaban y peinaban en la mesa… ¡qué pintas tenían! Después de cenar, vueltecita y a mimir… ¡qué cansancio!
Sábado 18 de agosto
Suena el despertador, y vamos a asearnos a la zona común. Allí, como no, nos encontramos a nuestros amigos italianos, ¡qué pesados son, por dios! Listos, hacemos el check-out, dejamos las maletas en el hall y nos vamos a desayunar.
El día anterior Laura había visto una ‘panadería alemana’ cerca, y para allá que vamos, a reírnos un rato con el concepto que los japoneses tienen de ‘dulce’: hay de todo, que si bollos de curry, bollos de judías rojas, bollos de fideos fritos, pizzas con trozos de rábano gigante por encima, jajajaja… Nosotros innovamos poco, cogemos unos bollos de chocolate y unos cafés y desayunamos tranquilamente.
Decidimos empezar el día visitando el barrio de samuráis, en el que quedan todavía muchísimas casas originales en pie, bien conservadas. Este distrito, el de Nagamachi, situado entre dos canales, tiene un encanto especial, con sus callejuelas estrechas y sus casas de tejas de barro. Además, hay un grupo de gente mayor sentada en el suelo, con sus pinceles y sus lienzos, pintando escenas del barrio, lo que le da a la zona un ambiente muy especial:
A continuación, cogemos el mini-bus turístico de Kanazawa (una furgoneta, literal lo de furgoneta, que da una vuelta circular a la ciudad) y vamos al antiguo distrito de geishas, un conjunto de callejuelas típicas japonesas fundado a principios del siglo XIX como centro para las geishas de la ciudad. La calle de Higashi Chayagai conserva, todavía hoy, el aspecto romántico de antaño, con fachadas de listones de madera. Damos un buen paseo por la zona, aunque nos decepciona un poco, pues pensábamos que sería más grande y con un encanto más especial. Eso sí, entramos en varias tiendas y compramos algunas cosillas, jejejeje.Aquí tenéis a Luis:
Decidimos volver andando al hotel, pasando por el famoso mercado de Ômichô, lleno de marisco y pescado… ¡qué animación! En poco menos de media hora, llegamos al ryokan, cogemos nuestras cosas y vamos a esperar al bus para ir a la estación de tren. Hacemos fotos en la estación, muy chula ella, y subimos a la tercera planta, donde están todos los restaurantes, para comer. Acabamos comiendo un delicioso setto de katsudon con soba fríos… ¡delicioso! (y que además supone el reencuentro de Laura con los soba fríos, que hasta ese momento no había parado de decir «no me gustan nada»).
Esperamos un rato en el andén a que venga el tren que nos lleva a Tokio y como hace un calor espectacular (en todos sitios dicen que se están batiendo los récords de temperaturas de antes de
Con puntualidad ferroviaria japonesa, llega el tren y ale, subimos y nos quedamos bien fritos. Al rato, viene el revisor, le enseñamos nuestros billetes y nuestro pase de JR y nos empieza a decir que nos faltan otros billetes. Ante nuestra cara de incredulidad, nos pregunta si sabemos inglés, le decimos que sí y nos da un papelito donde viene todo explicadito en inglés: parece ser que pasamos por una zona que no es propiedad de
Finalmente, después de pasar por una zona preciosa de alta montaña, nos bajamos en Echigo-Yuzawa, un punto muy concurrido sobre todo en invierno, pues es la puerta de entrada a los Alpes japoneses, y cogemos el shinkansen hacia Tokio. El viaje es aburrido, pues todo son túneles y plataformas elevadas, hasta llegar al área metropolitana de Tokio. Decidimos bajarnos en Ueno y coger la línea de tren Yamanote hasta Shinjuku, donde tenemos nuestro hotel. El trayecto es larguito, pero en poco más de media hora llegamos al Hotel Century Southern Tower… ¡qué pedazo de hotel! Las primeras plantas del edificio son oficinas, mientras que la recepción del hotel está en la planta 20, jejeje. Llegamos, hacemos el check-in y allí está nuestra maleta, esperándonos. ¡Qué maravilla de servicio! Nos dan habitación en la planta 32, dando a la estación de Shinjuku: ¡tenemos enfrente las torres del gobierno metropolitano de Tokio! Es una pasada de habitación, Luis dice que parece la película ‘Lost in Translation’, y es verdad… por la ventana sólo vemos luces de neón, luces blancas y las típics luces rojas de los rascacielos de Shinjuku… una maravilla.
Dejamos las cosas, nos damos una ducha rápida y vamos a pasear por este bullicioso barrio de Shinjuku, sorpendiéndonos de la marabunta que hay por la calle. Delante de nuesto hotel, justamente, se encuentra la primera tienda de Krispy Kreme Doughnouts y los japoneses, como son así como son, ^_^, ¡venga a hacer cola para comprar donuts! Vimos colas de más de una hora casi todos los días, una locura:
Paseamos, y paseamos, y paseamos y acabamos cenando en un hindú con mucha marcha, ¡cómo mola! Luis no para de decir que le encanta Tokio, que le encanta Shinjuku, con sus luces de neón, sus gentes, sus trenes, su bullicio… y la verdad es que sí, que tiene un encanto especial.
Próximo capítulo: Tokio
Hola!!
Estoy buscando un hotel barato en Kanazawa y he leído vuestro blog, pero no decís el nombre… nos da igual q nos coman las chinches pq es q está todo lleno o carísimo!
Muchas gracias si me contestáis!