Lo habéis visto en el blog, así que lo sabéis bien: a Luis y a mí nos encanta viajar. Solo hace falta hacer un repaso de las crónicas de viajes en el blog para darnos cuenta de que viajar es una de nuestras grandes pasiones. Cuando nos quedamos embarazados tuvimos que oír más de una y más de dos y más de tres veces aquello de «se os ha acabado viajar» seguido de una sonrisita tipo ‘¿a que jode?’ (aunque sé que a veces no nos lo decían de mala fe). Nos lo dijeron tantas veces que empezamos a pensar que quizá sí que estaría la cosa jodida y recuerdo que nos íbamos diciendo el uno al otro «bueeeeeno, quizá tendremos que hacer viajes más cortos, a sitios por Europa o España, más cerquita». Lo decíamos medio dudando medio convencidos y un poco acojonados con tanto comentario. Ahora me río, claro.

Cuando nació Eric, después de las 3-4 primeras semanas de «adaptación» y «aprendizaje» (que sí, son maravillosas, pero también una locura… ¡una maravillosa locura!) fuimos viendo que aquello no era para tanto. Sí, es un bebé y sí, tiene sus horarios y limitaciones, pero no resta en tu vida, sino que suma. A la segunda semana de vida fuimos a un bar alemán de un centro comercial a comer los tres juntos, para «probar» qué tal era la ‘logística’ ^_^. No tuvimos ningún problema así que a la semana siguiente fuimos al restaurante japonés Aki a comer con unos amigos y a la siguiente cogimos el AVE para ir a ver a mi familia a Igualada (o mejor dicho, para que ellos vieran y conocieran a Eric). Y desde entonces no hemos parado. Hemos intentado salir a comer y a dar largos paseos todos los fines de semana con Eric, hemos ido a casas de amigos, hemos hecho alguna fiestecilla en casa… todo para que se ‘acostumbrara’ al ruido, a la gente, al barullo, aunque también, sinceramente, porque nos apetecía, porque nos encanta hacer cosas con Eric, nos encanta estar con él y que forme parte de nuestras vidas. Es decir, una decisión egoísta más, le queremos con nosotros ^_^.

Total, que cuando nos planteamos coger vacaciones teníamos varias opciones: 1) en apartamento que mis padres tienen en la playa; 2) algún sitio en España; 3) algún sitio en Europa y 4) algún sitio más lejano. La primera opción significaba un ahorro considerable de dinero, pero sonaba aburrido en un verano en el que Eric tampoco hubiese disfrutado tanto la playa (¡el año que viene ya veréis!); la segunda consistía en ‘salir’ pero en quedarnos en el mismo país donde tenemos lo conocido en cuestión de papillas, potitos, pañales, medicinas y demás; la tercera implicaba un poco más de logística pero de todos los viajes fuera de España era la que nos ofrecía vuelos menos largos y supuestamente mejores para ir con un bebé; la cuarta implicaba un vuelo largo, jet-lag y un sitio desconocido en cuestión de pañales/papillas/potitos/medicinas.

Vista la logística del día a día con Eric, no tardamos mucho en decidirnos. Después de repasar algunas opciones en Europa, nos lanzamos un órdago: ¿y si nos vamos a EEUU? Y es que nos encanta Estados Unidos, así que había ganas. Total, ya que vamos a coger un avión, nos decíamos. Y al final, después de repasar varios posibles destinos nos decantamos por Washington D.C. Sí, era un vuelo de 8 horas; sí, tendríamos una diferencia horaria de 6 horas y estaríamos 11 días fuera de casa con un bebé de 8 meses… pero no era para tanto, no? :)))

Y como sabéis, no, no lo fue. Sabíamos que iba a ser fácil, aunque siempre te queda esa pequeña duda que llevas escondida en un rinconcito de tu corazón y que no compartes con nadie (no sea que al compartirla se haga realidad). Fue fácil, muy fácil… y fueron las mejores vacaciones de nuestra vida porque fueron las primeras que pasamos con Eric, porque fueron 15 días de estar juntos, los tres, a solas, 24 horas al día (algo que desde la baja por paternidad de Luis no habíamos vuelto a hacer, solo habíamos pasado fines de semana juntos). Así que el que diga que no se puede viajar con un bebé, sinceramente, miente. Y no hablo de aspectos económicos aquí (porque viajar con un bebé tampoco implica un gasto enorme, ya que el hotel es gratis, el avión solo pagas tasas y seguro, etc…), me refiero única y exclusivamente a las ganas y la decisión de viajar con un bebé. Presupongamos que hay dinero para ello y más. Si uno no viaja, es porque no quiere… y pone al bebé de excusa. Se puede, como decía el señor que vive actualmente en la Casa Blanca. Se puede y se disfruta. Que es lo importante.

Esperando el taxi

Sin embargo, viajar con un bebé implica organización. Organización y algo de previsión, pero esto no es algo nuevo para un papá o una mamá reciente. Cuando eres padre te das cuenta de que con un niño necesitas organización y previsión para todo. Ya no vale eso de «ya veremos», al menos no en lo referente a él: nosotros podemos decir ‘ya veremos qué comemos hoy’ y acabar pidiendo unas pizzas, pero su comida tiene que estar prevista, sea lo que sea. A eso me refiero con organización y previsión. No es algo negativo, de hecho, aprendes a organizarte mejor la vida y a tener ciertas cosas muy claras y controladas. Y naturalmente, cuando vas de viaje, más. Y eso es lo que voy a intentar compartir en este post… aunque veo que me está quedando muy largo, así que supongo que van a ser unos cuantos posts :)

Y naturalmente, y antes de que nadie se me eche a la yugular, en este post hablo de mi experiencia personal que para eso es mía ^_^. Hablo de lo que ha supuesto para mí viajar con un peque de 8 meses a una ciudad de Estados Unidos, en un vuelo directo de 8 horas (+1h de taxi hasta llegar a la ciudad) y estancia en un hotel en el centro de Washington DC. Un bebé que toma biberón (desgraciadamente no puedo darle el pecho) y tomar ya verduras, carne y fruta. No sé si mi experiencia puede servir a alguien, si es así me alegraría mucho. Si no, al menos, la comparto con todos vosotros :)

Ideas generales básicas, por si no queréis leer los posts posteriores sobre cosas a hacer/tener en cuenta antes del viaje, sobre el equipaje, sobre qué hacer durante las vacaciones, sobre qué hacer una vez de vuelta a casa… éstas son las ideas básicas a tener en cuenta:

  • Horarios. Es lo más importante. Hay que intentar mantener sus horarios de comida y descanso si queremos que el bebé disfrute y nos haga disfrutar a nosotros. Eric es un niño de horarios bastante marcados (8-9h biberón; 12-13h papilla de verduras con carne; 16-17h papilla de frutas; 20-21h baño y biberón y a la cama, con siestas pequeñitas después de cada toma y una grandota después del almuerzo) e intentamos ser fieles a estos horarios desde el día 0. Y funcionó. 
  • Cochecito. Para nosotros nuestro Stokke Xplory ha sido una bendición: Eric está tan cómodo en él que durmió sus siestas tranquilamente en su Xplory mientras nosotros turisteábamos. Dudo que con un cochecito más «plegable» hubiese aguantado tantas horas de turisteo, sinceramente
  • Comida. Hay que prepararse antes y decidir qué se va a llevar en la maleta y qué vamos a comprar e informarse. En nuestro caso llevamos leche de fórmula y cereales en la maleta y compramos papillas de verduras y frutas para los 11 días allí, después de investigar supermercados y marcas. Lo mismo aplica en cuestión de ropa, baberos, pañales, toallitas, etc.
  • Jet-lag. Si hay cambio horario, hay que intentar que el peque coja el ritmo del destino final lo más rápido posible pero con paciencia: él no entiende que tiene jet-lag, no le forcemos :)

Sigo con otro post más específico sobre cosas a tener en cuenta antes del viaje, al que le seguirá otro de consejos sobre el viaje en avión y la llegada al hotel, consejos para disfrutar de nuestra estancia y más para superar la vuelta. Ya veis, mínimo 5 posts, así que me callo ya y dejo éste aquí. Otro día, más :)

Besos,
Lau