Primera parte de nuestra crónica de viaje… ¡que la disfrutéis! ^_^

Domingo 26 de marzo
Llegamos a las 10:00h a la nueva nuevísima T4 de Barajas. Facturamos, pasamos el control de equipajes y finalmente cogemos el trenecito-leré hasta el edificio satélite de la T4. Al llegar, control de pasaportes, y nada que ver con los controles estadounidenses: el policía está leyendo el periódico, así que nos hace esperar unos segundos hasta que termina el párrafo que está leyendo (suponemos) y ni dice nada ni levanta la vista para mirarnos ni nada de nada, hace un movimiento extraño con la cabeza que intuimos significa “vale, cojones, podéis pasar, dejadme leer el puto periódico, ya”… En fin, da vergüenza ajena, sinceramente. Aunque esa no es la única “vergüenza ajena”: las pantallas del aeropuerto muestran todavía la hora antigua, ¡no han cambiado la hora! Nadie lo entiende, todo el mundo flipa, todos pensando que sus vuelos salen una hora antes… ¿un aeropuerto internacional que no cambia la hora? Pero si hasta el ordenador de Lau, que está medio muerto, cambia la hora automáticamente… qué vergüenza… En fin, alucinando como todo el mundo, vamos a desayunar al Starbucks que hay en la zona de la terminal, donde nos perdonan 10 céntimos (aunque nos clavan bien clavados por algo de comer y dos cafés) y hale, a esperar para embarcar.

Con 1 hora y 15 minutos de retraso, de los cuales nos hemos pasado una hora entera dentro del avión asándonos como pollos por un problema en el sistema de refrigeración (que según el súper-capitán se ha producido cuando el embarque ya se estaba efectuando, así que no se podía hacer nada), finalmente hemos despegado a las 14:30h… Como anécdota, decir que estamos rodeados por una familia americana en la que Luis se había fijado anteriormente en la terminal, a cada cual más friki: una hija con flip-flops (¡qué frío!), falda vaquera cortita y redoblada para que sea más corta todavía y sin medias (y unas piernecitas blanquecinas y con una pinta de estar fríiiiiias); otra hija con unos pantalones de pana y de flores marrones y de tonos dorados, un poco de los años 70, un cinturón de esferas metálicas, una camisa muuuuuuuuy lolayla azul claro (que va a juego con el maquillaje de los ojos), un chaleco marrón y una chaqueta estilo cosaco azul con muñecas y cuello rojos y toques dorados, y un sombrerito redondo, todo muy al estilo Janis Joplin… ¡todo un espectáculo! Y ese padre con esas gafas redondas de pasta negra, casi de culo de vaso… se parece increíblemente a Mortadelooooooo!!!! J Jejejeje, qué gracia. En fin, nos tragamos las dos pelis que echan (“Zathura”, que se deja ver, y “La joya de la familia”, de la prota de “Sexo en NY”, que teníamos ganas de ver, y resulta ser un truño como hemos visto pocos); comemos como buenos niños que somos y después de siete horas y media por fin llegamos al JFK. Bieeeeen!!!!

Hacemos cooooooola en inmigración (qué suerte los americanitos, ellos pasan rápido…) y hacemos todo el paripé de las huellas dactilares de ambas manos y la foto de rigor. Eso sí, tenemos suerte con el oficial de inmigración, que es muy simpático y nos habla y nos dice que sonriamos para la foto, Cogemos la maleta (¡bieeeeen, ha llegado, no se ha perdido!) y cogemos el Airtrain, un mini-trenecito que conecta todas las terminales del JFK (ni más ni menos que 9, vaya peazo aeropuerto!). Nos bajamos en la estación correcta para coger el metro a Jamaica St (y de paso les indicamos a una pareja estadounidense cómo hacer lo mismo, ¡somos unos cracks!). Bueno, pues eso, que llegamos a Jamaica St, pagamos el Airtrain (si se utiliza para llegar a alguna zona fuera del aeropuerto no es gratuito, hay que pagar) y cogemos el metro E express hacia Times Square, que es donde está nuestro hotel, y sin problemas, a pesar de lo lioso que puede llegar a ser el sistema y la nomenclatura de las líneas de metro en Nueva York. Como es casi principio de línea (estamos en Queens, lejos lejísimos de Manhattan), nos sentamos y acomodamos perfectamente… peeeeeeeeeeero (siempre hay un “pero” cada vez que llegamos a EEUU) después de algunas estaciones una vocecita ronca nos avisa a todos los pasajeros que ha habido un “problema” en Queens Plaza (justo la última estación antes de cruzar y llegar a Manhattan, por la que pasan todas las líneas de metro que van hacia Manhattan).

Total, que todo el tráfico de todas las líneas se suspende durante unas horas, por lo menos. Ale, a bajarse del metro… y qué estación, qué pintas tiene la gente… ¡esto es como una película! Y nosotros con las maletas y la etiqueta de “guiris turistas” pegada en la frente. En fin, como alternativa, nos dicen que cojamos un autobús, el Q60, que justo cruza Queens y llega a Manhattan, aunque sólo hasta la Segunda Avenida… (nosotros vamos a la Séptima!). Y ale, todos como locos a pillar el bus, colas del copón, el bus petadísimo… Total, que al tercer bus que viene conseguimos entrar, L… y en fin, qué podemos decir del viaje en autobús, que como todos los buses en los EEUU que no son expresos, para prácticamente en cada esquina, así que vamos de visita turística por Queens, porque el trayecto naturalmente tarda un buen rato (podríamos hablar de horas perfectamente). Finalmente, eso sí, cruzamos el conocido Queensboro Bridge y justo el bus nos deja en la Segunda Avenida con la calle 60 este. Desde ahí, podemos coger metro, pero estamos tan cansados que decidimos buscar un taxi que nos lleve al hotel y en cinco minutos (y unos $7, viendo además un poco ya de la ciudad y de Central Park), llegamos al Best Western President Hotel en Times Square (para ser más exactos, en la calle 47, entre la Séptima y la Octava Avenida), en el centro de la ciudad. ¡Genial! Aquí tenéis una vista de la increíble plaza de Times Square, ¿os suena, no? ^_^

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Después de hacer el check-in y dejar las cosas en nuestra habitación de la planta 11, volvemos a salir directamente en plan guarro, sin ducharnos ni nada antes… porque estamos tan cansados que si nos duchamos y descansamos un poco antes de salir estamos en peligro de no salir directamente, J Total, que tal cual volvemos a bajar a dar un primer paseo por los alrededores del hotel, más que nada para ir respirando el ambientillo y para hacernos una idea de cómo es la zona y qué podemos encontrar en los alrededores del hotel… ¡y vaya paseo! Y venga caminar, y venga andar, y venga a ver cosas… Bueno, lo primero que vemos es Times Square, naturalmente, que mola un montón porque lo hemos visto tantas veces por la tele que estar ahí y ver tú mismo las letritas de la Bolsa, tantas lucecitas, anuncios de musicales o los estudios de la MTV es flipante. Seguimos paseando y entre otras cosas vemos el edificio Chrysler (un poco a lo lejos), el Madison Square Garden, el Empire State Building (comemos algo a sus pies, en la Quinta Avenida), la Biblioteca Pública de NY, el Bryant Park, el “edificio de los Cazafantasmas” según Luis (Lau no tiene ni idea)… En fin, una buena vuelta. Aquí tenéis el inmenso Empire State Building de noche, dándonos la bienvenida a NYC:

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Además, es una buena oportunidad para empezar a ver cómo es la gente de NYC… La verdad es que hay de todo y de todo tipo, qué maravilla. Como anécdota, vemos un chico negro con sus ropas hiphoperas a tope y sus cascos, peeeeeero no va escuchando música, sino hablando con su pareja… Después veremos más: aquí la gente lleva los cascos o los manos libres del móvil inalámbricos con Bluetooth casi como parte de su cuerpo, los estén utilizando o no. Increíble. Jejejeje… En fin, sobre las 21:30h, volvemos al hotel y a dormir, ¡por fin! J

Lunes 27 de marzo
Nos levantamos temprano, sobre las 7:20h y después de desayunar en un Starbucks nos acercamos al punto de información turística de Times Square. Cogemos algo de información y decidimos ir directamente a una tienda de fotografía muy famosa llamada B&H, que está relativamente cerca del hotel, en la 34 oeste con la Novena. ¡Y vaya tienda! ¡Qué pasada! Está todo súper informatizado y mecanizado, de manera que tú pides lo que quieres en uno de los puestos especializados y el que te atiende hace “el pedido”, te da un papel y tú primero tienes que pasar por otra zona donde hay un montón de puestecitos para pagar y finalmente llegar a otra zona donde también hay un montón de puestecitos y te entregan tu pedido preparadísimo… pero eso no es todo, no… Todos los puestecitos están conectados por cintas transportadoras situadas como a los pies, por donde van contenedores verdes y donde se colocan los pedidos… ¡es brutal! Mola mucho, J… además del hecho de que ahí casi todos son judíos, con sus gorritos (kippah, se llaman), sus tirabuzones y toda la pesca típica asociada a los judíos ortodoxos, pero con sus chalecos verdes de dependientes… Es genial. Bueno, que nos liamos… Luis se compra un súper-teleobjetivo (como no, ^_^) y desde ahí cogemos directamente el metro hasta South Ferry, desde donde vemos por primera vez y a lo lejos la famosísima Estatua de la Libertad, ^_^.

Aprovechando que hace un día impresionante con un sol brillante, el cielo azulísimo y una temperatura más que agradable, cogemos el Staten Island Ferry, que es un ferry público y gratuito (eso es lo más importante, jejejeje) que conecta Manhattan con Staten Island. ¿Que por qué cogemos el ferry si no queremos ir a Staten Island? Pues muy fácil: es gratis y el viaje te ofrece fantásticas vistas del skyline de Manhattan por un lado, y de la Estatua de la Libertad y la Ellis Island, por otro (ya que pasa justo al lado, sin parar). Y la verdad es que el viaje merece la pena, las vistas de la isla son increíbles, ver tantos edificios tan altos y resplandecientes justo al límite de la isla, ver los puentes que conectan Manhattan y al pasar relativamente cerca de la Estatua, pues se disfruta mucho. Aquí una vista del dowtown desde el ferry:

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Entre unas cosas y otras volvemos otra vez a Manhattan al mediodía. Nos sentamos cinco minutos en el Battery Park a tomarnos un hot-dog y seguidamente nos acercamos al Clinton Castle, un fuerte construido durante la guerra de 1812 contra los británicos para defender el puerto de NYC, que actualmente funciona como centro de visitantes, donde se compran las entradas para la Estatua de la Libertad. En el mismo Battery Park vemos la Sphere, una enorme “bola” escultórica que estaba situada en una plaza entre las Torres Gemelas, y que a pesar de la brutalidad de los ataques y de lo poco que quedó en pie después, sobrevivió (aunque magullada) y fue trasladada al cercano Battery Park donde sirve de pequeño memorial a las víctimas del terrible atentado. Seguimos andando por el Bajo Manhattan y el Financial District hasta llegar a la famosa Trinity Church, una iglesia fundada por el Rey William III en 1697; aunque lo que vemos hoy en día es el diseño de Richard Upjohn de 1846 que consiguió hacer de ella el edifico más alto de su época en la ciudad de Nueva York, y que sin embargo ahora está encajonada entre edificios altísimos. A continuación, seguimos nuestro paseo hacia Wall St, donde vemos el famoso New York Stock Exchange (o sea, la Bolsa de NY, ^_^) y el Federal Hall. Antes del 11-S se podía visitar la Bolsa, pero actualmente está cerrada por medidas de seguridad, así que sólo lo podemos ver por fuera y flipar con las pintas de algunos de los brokers de la zona: y venga trajes y corbatas y repeinados y maletas… ¡olé el capitalismo! Del Federal Hall se puede destacar la enorme estatua de George Washington justo en el centro de un fachada muy clásica (como casi todos los edificios oficiales en los EEUU).

En fin, toca seguir paseando por la zona hasta llegar a la llamada Zona Cero, conocida por todos por ser el cruel escenario de los ataques terroristas del 11-S. La verdad es que se te ponen los pelos de punta mirando y leyendo la crónica de los sucesos, viendo las fotos de antes, de durante y de después de los ataques, leyendo informes de los edificios y de los equipos de rescate, etc., porque si los edificios que todavía están en pie ya parecen increíblemente altos, bueno, las torres gemelas eran un poco más del doble de altas, así que tenían que haber sido espectaculares… y que todo eso se cayera, buf… Increíble. Es realmente impresionante. Y tan sólo con recordarlo se te ponen los pelos de punta, es brutal. Justo enfrente de la Zona Cero, visitamos la St. Paul’s Chapel, una pequeña iglesia de estilo colonial con una pequeña zona verde llena de tumbas, algunas de ellas muy antiguas, que aunque ya famosa desde antes (el mismo George Washington acudía a esta iglesia regularmente desde que se inauguró en 1789), fue un punto de apoyo emocional muy grande después de los atentados: en ella se estableció el centro de apoyo organizativo, dando de comer a los voluntarios, dejándoles dormir y descansar ahí, dando masajes y cuidados a los bomberos y sobre todo, dando consejo y apoyo psicológico a todo aquel que lo necesitara. Aquí podéis ver la pequeña iglesia:

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Seguidamente, paseamos por el City Hall Park –o sea, el parque del Ayuntamiento—, donde todo el mundo está de break para comer (se nota que muchos son trabajadores, van en traje y demás) y aprovechan el maravilloso día para comer sándwiches y ensaladas en el parque. Vemos el Ayuntamiento desde fuera y hambrientos nos acercamos a un Subway a comer algo, ¡que ya va siendo hora! El parquecito, como podéis ver, está precioso ese día:

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Con energías renovadas después de tanto andar y tanto paseo, decidimos seguir andando (¿cómo lo hacemos que siempre acabamos andando tanto?) y cruzar el famoso Brooklyn Bridge (Puente de Brooklyn), uno de los muchos iconos de la ciudad de Nueva York, que se empezó a construir en 1869, y cuando se terminó fue el puente suspendido más largo del mundo, y el primero en el que se utilizaban cables de acero. Desde el puente uno puede disfrutar de unas vistas espectaculares del Bajo Manhattan y del Financial District y como el día seguía espléndido, pues naturalmente lo disfrutamos muchísimo (se nota por el número de fotos que hicimos, jejejejeje). Ale, fotito de nosotros dos en el Brooklyn Bridge:

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Vemos perfectamente tanto los edificios del downtown como del midtown, fijándonos sobre todo en el edificio Chrysler y el Empire State… y después de cruzar el puente de vuelta, justamente allí queremos ir, al Empire State Building. Aquí tenéis una pequeña foto de nosotros dos en el puente, con downtown de fondo:

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Cogemos el metro, llegamos, compramos las (carísimas) entradas, pasamos el control de seguridad y ale, a la cola, que es como las de los parques temáticos, haciendo zigzag y con unos letreros de “a partir de aquí le quedan 45 minutos para llegar al ascensor”. Son las 16:20h y tardamos más o menos una hora en coger un ascensor, pero la espera, a pesar del cansancio y de que estamos de pie, se hace llevadera hablando con la gente de la cola… y es que Luis lleva la camiseta que se compró en el Star Trek Experience de Las Vegas y un hombre, que viaja con su hija, de Indianapolis y que está justo delante nuestro, se fija y como trekkie que también es nos empieza a hablar. Después, se nos unen un par de chicos alemanes más y ala, venga a hablar. Eso es lo que nos gusta de los estadounidenses, sinceramente. Son muy suyos y muy especialitos y todo lo que queráis, es verdad, pero lo que sí son es muy abiertos, muy comunicativos: les encanta empezar una conversación en cualquier parte, preguntarse de dónde son, explicarse sus vidas… Es fantástico. Bueno, que nos liamos otra vez. Pausa para ver una foto de la majestuosa entrada del Empire State Building:

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Total, que finalmente conseguimos entrar en un ascensor que nos subió rápido rapidísimo hasta el mirador de la planta 86 del Empire State Building… ¡y qué vistas!
Habíamos planeado la visita especialmente pensando en la hora, ya que queríamos ver la ciudad con la luz de la tarde, ver como se ponía el sol, como empezaba a iluminarse la ciudad y finalmente ver la isla de noche… y ala, así lo hacemos (aunque nos estemos más de dos horas ahí arriba venga a dar vueltas al mirador jejeje). Mirad, mirad qué luz:

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Las vistas son simplemente increíbles, uno no puede parar de dar vueltas y mirar y hacer fotos y alucinar ante lo que tienes a tu alrededor… es maravilloso. Y ver como se pone el sol y como la ciudad empieza a iluminarse es increíble… precioso de verdad, una maravilla. Aquí una pequeña prueba, una mini-panorámica de las preciosas vistas:

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Después de mil fotos y cuando el sol se ha puesto totalmente y la noche inunda la ciudad, nos bajamos del edificio y unas 12 horas después de salir, volvemos al hotel. Dejamos los trastos, salimos otra vez a dar una vueltecita por Times Square, comemos algo y… patapam, ahí mismo, Luis se encuentra a una compañera de trabajo!!!!!!! Increíble, es alucinante, hacía tiempo que no se veían en el curro y van y se encuentran en pleno centro de Nueva York. Jajajajaa… qué cosas. En fin, después de cenar algo, volvemos al hotel a descansar y dormir. Estamos muy cansados, por supuesto, pero muy contentos porque este primer día ha sido espectacular.

Martes 28 de marzo
Desayunamos unos bacon & eggs en un café de Times Square y seguidamente, después de que nos hayan clavado pero bien, nos vamos a Port Authority, la estación de autobuses del centro de Manhattan, para comprar billetes de la Greyhound (la clásica empresa de autobuses mencionada en tantas canciones y películas) a Washington para unos días después. Hecho esto, cogemos el metro desde ahí a uno de los parques más conocidos del mundo: Central Park. Pero en el propio metro, viendo un anuncio en un vagón, cambiamos de idea y decidimos parar en el American Museum of National History (museo americano de historia natural), que está en un extremo de Central Park, en el Upper West Side… ¡y vaya museo! Nos pasamos toda la mañana en el museo, aunque podríamos pasarnos muuuucho más. Este museo (fans de Friends, ya sabéis, donde trabajaba Ross) fue fundado en 1869 y es increíblemente grande… como increíble es también todo lo que tiene dentro: reconstrucciones de civilizaciones de los cinco continentes, espacios dedicados a la vida marina, a los pájaros, a minerales y piedras preciosas, al espacio (muy interesantes las proporciones que presentaba el museo para hacernos entender los tamaños de los planetas, estrellas, sol, pero también de partículas subatómicas y elemantales…), etc., pero sobre todo una planta entera enterita e inmensa dedicada a los dinosaurios, donde uno no sólo puede ver los esqueletos fosilizados, sino que también puede leer muchísima información sobre estos extinguidos animales, ver vídeos explicativos, intentar descifrar enigmas, etc. Es un museo muy explicativo y visual, fantástico para ir con críos, pero donde los mayores aprenden una barbaridad. Aquí tenéis a Luis con un nuevo amigo, el T-Rex, ^_^:

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Unas cuantas horas más tarde, salimos del museo para andar un poco hacia el edificio Dakota (donde mataron a Lennon en 1980) y finalmente adentrarnos en el famoso Central Park por la zona llamada Strawberry Fields, un trocito de Central Park que siempre visitaba John Lennon y en el que hoy hay un pequeño memorial en homenaje al gran músico. Un memorial que es básicamente un mosaico en el suelo donde se puede leer “imagine” y que ese día, por cierto, estaba decorado con flores frescas formando el símbolo de la paz, realizado por un hombre que no había dejado de vivir en los años 70 (era un hippy auténtico, de verdad… y muy fan de Lennon, ¡llevaba una camiseta en honor al ex-Beatle!). Mirad a Luis, cerca de la placa «Imagine» con flores:

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Después de sentarnos un rato a descansar en Strawberry Fields, empezamos a pasear por el parque hasta llegar a la famosa fuente Bethesda, que ha salido en muchísimas películas (por poner un ejemplo, Hair, clásico musical antimilitarista de los 70 o la mismisma The Producers de este año… ^_^) y donde por cierto se está rodando algún tipo de película o anuncio, jejejejee, porque hay una chatina subiendo y bajando las escaleras con un monopatín, mientras la cámara la grababa…^_^.

Desde ahí, vemos a la gente en barquitas en el lago, chicos haciendo brincos con el monopatín, gente patinando, críos corriendo, gente sentada en los bancos descansando, tomando el sol, leyendo… El ambiente es maravilloso. Como sabemos que el parque es muy grande y nosotros estamos algo cansadillos, vamos en dirección sur, paseando tranquilamente por el parque, viendo el ambiente… Y finalmente salimos del parque para ver de cerca la famosa sala de conciertos de música clásica Carnegie Hall, construida en 1891. Seguimos paseando hasta el (también famoso) Radio City Music Hall (una sala de conciertos de estilo art-deco construida en 1932) en plena zona del Rockefeller Center, donde podemos ver a mucha gente patinando en la pista de patinaje sobre hielo más conocida del mundo, la que se coloca bajo la escultura de Prometeo en el Rockefeller Center (aunque naturalmente ya no estaba el también famoso árbol de Navidad, ^_^). Y es que el Rockefeller Center es una pequeña ciudad dentro de una gran ciudad, con un montón de edificios, oficinas, tiendas… y hasta los estudios de TV de la NBC. Aquí nos tenéis a los dos en el centro del Rockefeller Center, junto a la famosísima pista de patinaje sobre hielo:

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Seguidamente, visitamos otra de las iglesias neoyorquinas más importantes de la ciudad: la catedral católica St. Patrick’s Cathedral (catedral de San Patricio), una elaborada interpretación del gótico francés y de interesante obra interior, aunque quizá demasiado llena de turistas, ^_^. Aquí tenéis la majestuosa catedral neoyorquina:

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Como estamos ya muy cerquita del hotel (¡La madre! ¡Lo que hemos andando!), decidimos volver a nuestro hotelito a dejar las cosas, descansar cinco minutos y volver a salir para ir a tkts, una carpa montada en el centro de Times Square donde uno puede encontrar entradas para el mismo día a precios reducidos (35 y 50% de descuento) en determinadas (aunque en realidad son muuuuuuuuuchas) obras de teatro y espectáculos musicales. Pues bien, ahí cogemos entraditas para ver uno de nuestros musicales favoritos, RENT. Y para ir tranquilos al teatro, decidimos ir a cenar antes y para ello nos acercamos a un japonés llamado Hakata que está al ladito del hotel… comemos de lujo, la verdad, porque tanto las gyôza como el ramen están deliciosos… y después, ¡al teatro! Las entradas con descuento están muy bien situadas, abajo en platea, bastante cerca, muy muy bien. ¿Y qué decir del espectáculo? Pues que estuvo increíble, genial, maravilloso… el montaje buenísimo, las voces increíbles, etc. Lo pasamos muy bien. Nos gustó muchísimo a los dos y fue maravilloso poder ver RENT justamente en Broadway, sinceramente, y justo cuando cumple 10 añitos de andadura (Lau ya lo había visto en Barcelona y en Osaka, pero verlo junto a Luis y en NYC fue muy especial, ^_^). Muy buena manera de terminar el día (si no conocéis este musical, os lo recomendamos encarecidamente: uno de los pocos musicales modernos, en el sentido de utilizar música rock contemporánea en lugar de ser tan clásico como suelen ser la mayoría).

Miércoles 29 de marzo
Estos primeros días en NY han empezado a hacer mella en nosotros y hoy nos cuesta levantarnos más de la cuenta, estamos cansados y nos duelen las piernas. Pero hay que seguir turisteando, ^_^, así que después de tomarnos unos donuts y un café tamaño industrial (y eso que era el tamaño pequeño… ¿esta gente está loca o qué? ¡De casi una pinta -414ml- es el pequeño!) del Dunkin Donuts, vamos andando hasta la zona del Rockefeller Center, en teoría para ver las llamadas Villiard Houses (citadas en la Lonely Planet) y que son una decepción, pues no son nada del otro mundo… Así que seguimos andando, pasamos por delante del conocido hotel Waldorf Astoria y seguimos andando hacia la estación central de tren, la Grand Central Terminal, que todos hemos visto en más de una y de dos ocasiones en varias películas (Spiderman, X-Men, así a bote pronto). No es muy grande y tampoco muy vieja (se completó en 1913), pero tiene un no-sé-qué que la hace muy evocadora… Aquí tenéis a Lau, no nos digáis que no os suena el lugar…:

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Al salir de la estación, vamos en dirección al precioso edificio Chrysler y cuando llegamos decidimos entrar –aunque sólo se puede ver la planta baja, no hay observatorio ni nada… sólo oficinas poco “interesantes”– para ver los artísticos ascensores, el mármol de la entrada y el mural del techo. El Chrysler, uno de los edificios preferidos de Lau y Luis, es un excelente ejemplo de art-deco diseñado por William Van Alen en 1930 y que se consagró como el edificio más alto de NYC en su momento. Si el Chrysler es precioso de día (¡cómo brilla!), no menos espectacular es la vista de noche (¡qué iluminación!), así que no es extraño que éste sea uno de los símbolos de la ciudad de Nueva York. Mirad, mirad:

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Desde el exterior del Chrysler, cogemos un autobús que nos deja muy cerca del complejo de edificios de las Naciones Unidas, en la Primera Avenida. No entramos en visita guiada (¡demasiado caro!), pero merodeamos por ahí viendo las banderas, algunas esculturas que reflejan la unidad mundial y la paz y demás, ^_^. Finalmente y ya cansaditos, aprovechando que otra vez hace un día espectacular, nos sentamos en un parque cercano a descansar un rato. Ale, a buscar la banderita de vuestro país en el edificio de la ONU:

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Desde la zona de las Naciones Unidas, cogemos un autobús para ir a Houston St. (atención a la pronunciación de Houston en Nueva York, es “how-stone”, ^_^) para pasear y comer algo en uno de los barrios chinos más conocidos del mundo, el Chinatown de NYC. El barrio es espectacular, todo lleno de tiendecitas para chinos y restaurantes y demás, un ambiente muy… muy… no sabemos cómo describirlo. Seguimos una de las recomendaciones de la guía y vamos a comer a un restaurante en pleno Chinatown… ¡y qué comida! Nos ponemos las botas, comemos un dim-sum delicioso y encima baratísimo… genial.

Después de comer y de pasear un poco más por Chinatown, cogemos un metro de vuelta al hotel. Cansados, caemos en la tentación de echarnos una pequeña siesta, ^_^, que nos revitaliza y remineraliza y retodo y nos pone las pilas para coger el metro otra vez e ir a pasear por el Soho, uno de los barrios más cool de NYC que saca su nombre de su localización (como muchos otros barrios de la ciudad): South of Houston Street. Ahí, empezamos entrando en la Apple Store, una tienda mega fashion de Apple, donde podemos trastear con todos los productos y seguimos paseando por el barrio, viendo las tiendas más guays de la ciudad (nos referimos a cómo están puestas, los edificios, etc., no tanto a si son de marca o no, aunque generalmente lo son :P), admirando las casas y edificios del barrio, y sobre todo la Prince St, que tiene un encanto especial.

Salimos del Soho (aunque los límites no son muy claros ni exactos, claro) para adentrarnos en otro barrio muy conocido de la ciudad, Little Italy, que de italiano tiene más bien poco ya…Aun así, vimos un montón de restaurantes supuestamente italianos con los camareros preguntando a los viandantes que si querían cenar y ofreciendo las cartas de sus restaurantes (qué pesados!) y paseamos un poco por la zona. Desde ahí, seguimos paseando y paseando y paseando (¿qué mejor manera de ver una ciudad que pasear?) por el Lower East Side hasta llegar a otro de los barrios más conocidos de NYC, Tribeca (que también tiene su nombre por la localización, Triangle Below Canal St). Antes de los atentados del 11-S, Tribeca era el barrio más cool y guay y hot de la ciudad, y casi completamente desconocido por los turistas, lleno de lofts, viviendas bonitas (y relativamente baratas), restaurantes muy monos (¡con velitaaaaas casi todos!), bares históricos, callejuelas encantadoras, tiendas sorprendentes y un ambiente artístico de lo mejorcito. Sin embargo, al estar bastante cerca de la zona del World Trade Center, después de los atentados Tribeca perdió un poco de fuerza… Eso sí, se nota que, afortunadamente, los años ayudan a superar estas desgracias y actualmente el barrio brilla otra vez. Paseando por Tribeca vemos las Harrison St. houses, unas ocho casas en la calle Harrison que se construyeron entre 1804 y 1828 y que son un claro ejemplo de arquitectura federal neoyorquina.

Seguimos andando (sí, lo sabemos, estamos locos…^_^) hasta llegar al Rockefeller Park, desde donde se ven unas vistas espectaculares del río y de la otra orilla (New Jersey, ya). Paseamos un poco por el parque hasta llegar a la Zona Cero, cenamos algo y finalmente cogemos el metro de vuelta al hotel… ¡Vaya día! ¡Qué de paseos! Pero es una manera preciosa de ver las diferentes caras de la ciudad… A veces no hay “nada” que ver, es decir, no hay edificios especiales o museos o tiendas o algo así… A veces simplemente tienes que pasear por la ciudad, respirar su aire, ver los diferentes ambientes, etc.

Jueves 30 de marzo
Nos levantamos ya cansados (y leyendo esta crónica y mirando el mapa siguiendo los itinerarios, ¡no nos extraña!), pero una vez más vuelve a hacer un día espectacular (¡qué suerte tenemos con el tiempo!), así que hay que aprovecharlo. Después de desayunar, cogemos el metro hasta South Ferry (la puntita sur de la isla de Manhattan, para que os situéis), pero una estación antes tenemos que bajarnos porque en South Ferry sólo paran los 3 ó 4 primeros vagones (y nosotros estamos en los del final), sorprendente. Total, que nos bajamos, andamos por el andén hasta colocarnos en las zonas marcadas y cogemos el siguiente tren, ^_^… Por fin llegamos a Battery Park y cogemos entradas para el ferry que nos llevaría a la Estatua de la Libertad y la Isla de Ellis –aunque ya no hay entradas para entrar directamente a la Estatua.

Nos ponemos a la cola y después de pasar el control de seguridad (¡como siempre! Esta gente está un poco obsesionada…) y ayudar a un hombre que había perdido su cinturón en el proceso (Lau como buena maruja que es se entera de que lo están buscando los guardias y todo y les ayuda, ya que le parece haber visto un cinturón en el suelo al extremo de una de las colas, ^_^), finalmente subimos al ferry que nos lleva a la Estatua. ¿Y qué podemos decir? Es impresionante, después de verla tantas veces en películas y demás, estar ahí, verla en directo… Peeeeeeero, Lau no puede evitarlo, “me la imaginaba más grande”, suspira. Sí, chicos, a Lau le sorprendió que fuera tan “pequeña”, jejejejee… por lo que sea, pensaba que sería mucho más grande. Eso sí, igualmente disfrutamos muchísimo de llegar a la isla, hacernos mil fotos, observar la Estatua, ver las vistas de Manhattan desde ahí… Genial. No es una decepción el “me la imaginaba más grande”, sino una simple observación, ya que es igualmente genial estar ahí. Y al estar ahí, no nos sabe mal que no hubiera entradas para visitar el interior de la Estatua, porque actualmente, por cuestiones de seguridad, sólo se puede subir hasta la base… y eso no es para tanto… ^_^. Bueno, tenemos mil fotos de la Estatua y de las preciosas vistas del downtown, pero aquí tenéis una de nosotros dos, a pies de la famosa estatua:

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Bueno, pasamos ahí un buen rato, haciendo mil fotos y descansando admirando las vistas, hasta ponernos otra vez en la cola para coger el ferry a Ellis Island, la principal base de llegada de inmigrantes a NY desde 1892 hasta 1954 (más de 12 millones de personas pasaron por esta isla… en un sólo día se podía estudiar a 12.000 personas, ¡alucinante!). Después de estar unos años abandonado, actualmente el conjunto de edificios de Ellis Island se ha convertido en un espectacular museo desde donde uno puede saber más de sus familiares que emigraron (había muchos “Luis Rodríguez” de España, jejejeje) con mil fotos, objetos reales, pasaportes, documentos, análisis y explicaciones de temas varios, como por ejemplo el proceso de análisis de inteligencia, de salud, de delincuencia, trabajo, familia, etc. Es un museo fantástico, muy visual y explicativo, donde te puedes pasar horas leyendo las declaraciones reales de inmigrantes que pasaron por ahí, viendo sus objetos, los procesos de estudio por los que pasaron, e incluso escuchando grabaciones con las voces reales de inmigrantes que pasaron por allí, etc. Es muy emotivo, sinceramente. Muchísimo, precioso. Aquí tenéis a Lau en el hall central:

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Entre unas cosas y otras se nos han hecho las 15h, así que hambrientos nos sentamos a comer una pizza. Estamos cansadísimos, estamos andando demasiado (y en los museos, tanto estar de pie, andar despacio y demás… uno también se cansa mucho), pero “hay que ser fuertes” es la frase de guerra y hay que continuar. Queremos ver otra cara de NY, así que inspirados por la localización del musical RENT, cogemos el metro a Alphabet City en pleno Lower East Village, un barrio que recibe ese curioso nombre gracias a sus avenidas (A, B, C y D). El ambiente es totalmente el de una película: negros hiphoperos con sus gorras y sus ropas anchas escuchando música en la calle con el loro de turno, niños pequeños jugando por las calles, abuelos cubanos y portorriqueños en corrillo hablando en español, mujeres jóvenes con sus hijos que hablan acaloradamente en la calle, al lado de la iglesia-escuela, jardines “populares”, súper destartalados y cutrecillos, muchas iglesias, mucho latino… Es otro mundo, sinceramente. Y en alguna callejuela pasamos un poco de miedecillo, porque nos sentimos muy poco de ese ambiente… ^_^.

Un rato después, cogemos un bus a Union Sq y desde ahí el metro a la calle 86 este con la Lexington, para perdernos por el barrio más pijo y conservador de la ciudad, el Upper East Side. La idea es ver el famoso museo Guggenheim de NY, un edificio obra del genial Frank Lloyd Wright, peeeero está de obras de restauración de la fachada, así que no se puede ver absolutamente nada del edificio exterior… snif, snif. Por lo tanto, nos sentamos en un banco de la Quinta Avenida, dando la espalda a Central Park, y observamos el ambiente de la zona: vemos bloques de pisos, con su entrada cubierta con lona en plan hotel y un portero vestido de uniforme, con gorra y guantes y toda la parafernalia, muy monos ellos. ¡Increíble! Sí que es pijo y elitista el sitio, sí…porque son casi todos los edificios que vemos a lo largo de la Quinta Avenida… impresionante. Se está poniendo el sol, así que decidimos entrar al Central Park y admirar la puesta de sol desde ahí, ya que el brillo se refleja en el agua del estanque más grande del parque, el Jacqueline Kennedy Onassis Reservoir. Además de la puesta de sol y de una vista general del parque, vemos otra de las cosas más más más más típicas de la ciudad de Nueva York (y que hemos visto mucho mucho mucho en pelis y series): ¡qué cantidad de gente corriendo y haciendo footing! Nos hace mucha gracia, sobre todo a Lau, que no para de decir “pero si está medio NY aquí haciendo jogging”… y bueno, quizá sea exagerado, pero de verdad que había mareas y mareas de gente… ¡hasta había una caseta de información al corredor! Pero mirad, mirad cómo corren:

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Cogemos un bus que baja por la Quinta Avenida y nos tragamos los atascos neoyorquinos, lo que nos ofrece la posibilidad de ver muchos más porteros estiradísimos y bonísimos ellos, edificios espectaculares, entradas al Central Park, y finalmente las tiendas pijas pijísimas de la muerte de la famosa Quinta Avenida, como por ejemplo, Tiffany’s, ^_^, qué pijerío, por dios!. Nos bajamos en la Quinta con la 49 este y andamos tranquilamente hasta el hotel, que como está situado en Times Square, está siempre en medio del ambientillo y siempre hay algo curiosón que ver. Hoy, por ejemplo, podemos ver el “naked cowboy” (cowboy desnudo) del que habla la Lonely Planet, jejejeje… Es un tío que para ganarse unos bucks (dólares, en jerga) se disfraza de cowboy casi-desnudo (¡llevaba calzoncillos y unas botas!), se coloca en el centro de Times Square con su guitarra y tal y ale, a cantar y a hacerse fotos con los turistas, qué gracia. Aquí lo tenéis:

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Además, en el teatro que tenemos al lado del hotel hay una montada que para qué, con muchísima policía, un cordón de seguridad, vallas… En fin, que seguramente asistirá a la función alguien importante (“será alguno de los actores” dice Luis sin darse cuenta de que eso es TEATRO, no cine, y que naturalmente los actores están ahí todos los días, jejejeje Nota de Luis: sabía que Lau tenía que mencionar esto, lo sabía… :D). Por fin llegamos al hotel a descansar… mañana nos vamos para Washington, así que hay que recuperar fuerzas, ^_^.

En el próximo capítulo, ¡llegamos a Washington DC! :))))))