Lost in Translation VIII – Kibune y Kioto

Jueves 16 de agosto

Como todos los días, nos despertamos, viene Rumiko a recogerlo todo y a preparar el desayuno. Estamos cansadísimos, sinceramente, nos hemos levantado y ya nos duele todo el cuerpo… ¡y lo que nos queda!

Después de desayunar y arreglarnos, nos vamos al teatro Minamiza, donde hemos quedado con Ai-chan y Fumi-chan, que nos tienen una sorpresa preparada (no sabemos dónde vamos ni nada… ¡es todo sorpresa!). Las chicas no sueltan prenda, pero nos hacen ir hasta una esquina donde supuestamente nos recoge un mini-bus. Allí esperamos un buen rato, y a la hora a la que debería llegar el mini-bus, allí no hay rastro de mini-bus ni ostias, no aparece nada, por lo que les empezamos a preguntar. Al final nos cuentan la sorpresa: vamos a comer a un restaurante de Kibune, una zona de naturaleza al norte de Kioto. Finalmente, justo cuando Fumi ya estaba llamando al restaurante para saber qué pasaba, aparece el mini-bus. El trayecto no es corto, así que llegamos a Kibune sobre las 11:00h. Las chicas nos llevan directamente al restaurante, que básicamente está encima del río, con una serie de plataformas de madera sobre la que hay esteras de paja japonesas (tatami) a dos palmos del río, en plena naturaleza, utilizando los saltos que hace el río Kibune para colocar estas plataformas que sirven de comedores. Es precioso, la verdad, muy muy muy bonito, como se puede ver desde nuestra mesa, que además está en un extremo de una de las plataformas:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Comemos un menú de degustación fijo, increíblemente japonés: todo es a base de pescado… y algunas cosas, sinceramente, ¡son muy raraaaaaaaaaaaas! Jejejejeje… Y todo hecho a base de pescado, ¡claro! Luis no para de hacerme reír, porque al tercer plato, empieza a sospechar por dónde van los tiros, y le dice a Laura por lo bajo «seguro que esto que viene ahora tiene algo de pescado» y en efecto, lo que viene es una sopa bastante sosilla con un cacho de pescado dentro, y además, nos seguimos riendo porque en la mesa de al lado hay una pareja comiendo un delicioso shabu-shabu, que desprende un olor riquísimo… ¡y nosotros venga a comer pescado! Que si sashimi de carpa (pobres pececillos, nunca podré mirarles igual… y qué duros están los cabrones, buecs), que si pescadito en sopa, que si pescado frito con la boca abierta (y los ojitos mirándonos con cara de pena, ^_^), que si hojas de árbol en tempura… en fin, un menú increíblemente japonés. Algunas cosas estaban buenas, sí, otras, ejem, fueron un poco más complicadas de tragar… ¡y venga a darle al sake! (todos lo hemos hecho de niños, no? Aunque con agua, claro! Nosotros en este caso, con sake y cerveza :P). Podéis ver a Luis y a Fumi y Ai comiendo, y luego una foto de los dos que nos hizo Ai con la cámara de Luis:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Después de comer, vamos a dar una vuelta por la zona y entramos en el santuario de Kibune, muy famoso entre los jóvenes solteros, pues se dice que el santuario ayuda a encontrar pareja. Todos nos reímos y animamos a Ai-chan a pasear por ahí y rezar a los dioses, ya que todavía sigue soltera, ^_^. Además, todos compramos el «mizu-omikuji», un papel en blanco que, al ponerlo en el agua, te da a conocer tu futuro ¡cómo mola! Luego, lo típico es doblar ese papel y atarlo en un punto del santuario, si es que te ha salido mal, pero al final, todos los japoneses, les salga un futuro bueno o no, lo acaban atando, y como no podíamos ser menos, nosotros también lo atamos (aunque el de Laura es bueno, y el de Luis mejor todavía). En primer lugar, podéis vernos en las escaleras que suben al santuario, y luego a Luis colocando su «mizu-omikuji»:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Paseamos un poco más por la zona y como el transporte público brilla por su ausencia, decidimos ir andando hasta la estación de tren, tardando más de 20 minutos en llegar hasta la estación. El paisaje es precioso, pero estamos cansados y el paseíto se nos hace bastante cuesta arriba, sinceramente (aunque curiosamente sea cuesta abajo :P). Además, no hay aceras, sólo carretera, y el tráfico es bastante denso (mucha gente tiene fiesta, por el Obon), por lo que caminar por ahí resulta, a veces, casi peligroso…

Como esta mañana nos hemos olvidado los regalitos que habíamos traído de España para Ai y Fumi, decidimos ir los cuatro al ryokan, y así descansamos un rato, charlamos, les enseñamos fotos de los días anteriores y les damos los regalitos. Naturalmente, al rato viene Rumiko con un matcha y unos pastelitos. La pobre no sabía que teníamos visitas (no lo habíamos dicho en recepción nosotros), así que sólo trae dos tazones, pero amablemente nos dice que va a traer dos más para nuestras amigas, ¡ole! Y así estamos un buen rato, bebiendo té, tomando dulces, viendo fotos y charlando un rato. Finalmente, las chicas deciden volver a Nara, así que nos despedimos hasta la próxima (que será en España, eh, ¿chicas? ^_^).

Cuando nos quedamos solos, decidimos ducharnos, relajarnos un rato y descansar, antes de vestirnos de nuevo y salir, que hemos quedado con Yuko-chan para ver uno de los festivales estrella del verano en Japón: el Daimonji de Kyoto, que realmente se llama Daimon-ji Gozan Okuribi. Para la ocasión, Laura y Yuko han quedado en ponerse ambas los yukata, jejejejejee…. Primero, Laura en el Yasaka Jinja, justo al lado de nuestro ryokan, vestida a la manera tradicional para las fiestas, con su yukata:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Así que a las 19h, nos encontramos a la salida de la estación de Demachiyanagi y cogemos posiciones en el puente, que es justo donde se bifurca el río Kamo, y deja ver varias de las colinas que rodean Kioto. Estamos en el puente, por cierto, a pesar de que los policías no paran de decir que no podemos quedarnos ahí. Pero, oye, si los japoneses, tan educados ellos para algunas cosas, no les hacen caso, nosotros tampoco. De todas formas, jamás en la vida habíamos visto policías con tan poco poder de convicción, por dios, jejejejeje… Así que allí nos quedamos, a esperar que empiece el espectáculo. Podéis ver a Laura y a Yuko-chan, guapísimas las dos con sus yukatas:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

El Daimon-ji es una fiesta que se celebra para despedirse del alma de los antepasados, dando fin a las festividades del Obon: se encienden enormes hogueras en cinco montañas en forma de kanji (ideogramas de origen chino, que forman la base del idioma japonés escrito) y otras imágenes. Charlamos un buen rato en el puente, esperando que empiece el espectáculo y finalmente, desde nuestra posición, disfrutamos de dos fuegos claramente. Primero, el clásico y más importante de todos, el kanji con el significado de «grande» (), que es el primero que encienden. Es increíble, ¡estamos tan cerca! El ambiente es impresionante… Y con el teleobjetivo, el kanji se ve bastante bien:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Seguidamente, a los cinco minutos, siguiendo el horario marcado con precisión milimétrica, y un poco más lejos, vemos cómo se enciende otro de los fuegos, el kanji de , la segunda parte de un compuesto (妙法) que comúnmente se traduce como ‘ley divina’. El kanji que nosotros vemos está justo enfrente, mientras que el que le precede está al otro lado de la montaña, imposible de ver desde nuestra posición. Aquí podéis ver el segundo kanji que vimos:

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

Cuando ya nos vemos, en la lejanía, y medio tapado por algún edificio, vemos un tercer fuego, el dibujo del barco (llamado funagata), que lleva a las almas de vuelta a su mundo. Nos quedan dos fuegos por ver, el hidari-daimonji (otro kanji de grande, un poco más pequeño que el principal) y el dibujo del torii. Y es que esta es una de las características del festival: es imposible ver los cinco fuegos desde un mismo sitio, imposible, cosa que suele ocurrír en muchos sitios japoneses, como en los jardines zen de arena y piedras, en los que nunca puedes ver todas las piedras te pongas donde te pongas.

Cansados de estar de pie y del gentío, decidimos coger el metro de vuelta al centro de la ciudad, bajamos en Shijo (una de las avenidas más céntricas y concurridas de Kioto) y allí paseamos por las callejuelas paralelas a Pontochô en busca de un restaurante de yakiniku (especialidad de origen coreano que consiste en diversos tipos de carne que te cocinas tú mismo en una plancha, y se acompaña de salsas). Por el camino, nos encontramos a una auténtica maiko-chan de Pontochô que se mete en un taxi junto a un cliente, jejejejeje. El restaurante de yakiniku que nosotros conocemos está a tope de gente y tenemos que esperar bastante, así que decidimos cambiar de planes e ir a una izakaya (bareto o taberna de estilo japonés). Vamos a una muy chula que conoce Yuko, pero también está a tope… empezamos a pensar que todo va a estar igual, pero tenemos suerte y en otra izayaka sí encontramos mesa. Y, bueno, pasamos una noche muy agradable, charlando y comiendo muchísimo: que si yakitori, que si chahan, que si gyoza, que si rollitos de aguacate, que si una tortilla que sabe parecido al okonomiyaki… todo regado con cervezas y cócteles a base de Calpis (una de las bebidas favoritas de Luis y también de Yuko-chan). Lo pasamos en grande y Laura despierta admiración en la mesa de al lado, pues le dicen que está muy guapa con el yukata, jejejejee.

Lo pasamos de vicio, pero cuando ya es bastante tarde, nos despedimos de Yuko (¡¡¡a la que esperamos ver pronto por Madrid!!!!) y nos vamos al ryokan a dormir. Estamos tan cansados que ni ofuro ni ostias, directamente al futon a dormir, jejejejee…

Próximo capítulo: Kanazawa