Lunes por la mañana.

Luis y Laura se marchan a trabajar (Luis más temprano, Laura más tarde). Matthew camina hasta San Ginés y decide desayunar un típico chocolate con churros. Seguidamente, se pasa toda la mañana en los Jardines Bótanicos… y al mediodía, antes de comer, empieza a mirar zapatos en tiendas de la Puerta del Sol.

16:00h. Matthew y yo (Lau) nos encontramos en Sol y empieza el periplo zapatero (que no ZP) más largo, estresante, doloroso… y por supuesto divertido de mi vida. Matthew quería comprarse unos zapatos que había visto en un Pull and Bear the Granada. Vale, pues venga, vamos en busca de un P&B… Entramos en un Often, una submarca de P&B, pero no es exactamente lo que el niño busca… así que empezamos a andar y andar por la calle Fuencarral. Hay un montón de tiendas ahí, pensé, tiene que haber un P&B por narices. ¡Y vaya si lo había! Pero arriba del todo de la calle, cerca del metro de Quevedo! En fin, lucecita de esperanza al entrar y ver bastantes zapatos. Pero no. Matthew se los prueba y reprueba y reprueba. Los mira y remira y remira. Los acaricia y reacaricia y reacaricia… y cuarenta minutos más tarde, dice que no está convencido y que volvamos a Sol, que había visto unos ahí en una tienda. Y yo que, entre risas, quería matarlo…

Vuelta a empezar. Llegamos a Sol, entramos en la zapatería y no exagero si digo que se pasó mínimo media hora con los zapatitos en cuestión: se puso uno, dijo que era demasiado difícil de poner, se lo quitó, quitó los cordones y se los volvió a poner a su manera, hizo lo mismo con el otro, se levantó, se miró en el espejo, puso mil y una posturas diferentes para comprobar la elasticidad de dichos zapatitos… los machacó tanto, vaya, que al quitarse el zapato derecho vio como se medio rompía por dentro! Naturalmente, nos marchamos con las manos vacías…

Yo no podía más, pero había que seguir. Subimos al Corte Inglés y nada (todo demasiado caro), así que bajamos al supermercado, Matthew compró cuatro cositas y nos fuimos derechitos a la parada del bus (yo no podía ya más, con mis tacones y demás… que con la tontería llevábamos más de 3 horas en busca de zapatitos mágicos). Pues bien, subimos al bus (en la calle carretas) y a media calle, flipamos los dos: había otro Pull and Bear. Matthew, ni corto ni perezoso, se bajó corriendo (todavía tenía esperanza, el pobre). Yo me quedé en el bus, le esperaría en casa.

Y en casa, Matthew llegó con las manos vacías: no tenían su talla. Pobrecito… ^_^

Después de descansar un poquito, mirar el correo y demás historias, llegó Luis y nos fuimos a cenar al centro, a un restaurante de parrilla argentina. Comimos muuuuuuuuuy bien y nos reímos mucho, así que fue una noche muy bonita. Para terminar, nos sentamos en una terracita de San Ginés e hicimos que Matthew probara la horchata (que por cierto le encantó). En la foto, podemos ver a Matthew sonriente delante del «panqueque de manzana flambeado al ron» que nos tomamos entre los tres de postre… riquísimo!!!

Y a casa a dormir (ya es bastante tardecito), que Matthew tiene que pillar el avión mañana…

Lau (y un Luis medio dormidito)