El tema del embarazo y el estrés se ha tocado en multitud de ocasiones y probablemente mucho mejor de lo que lo pueda tocar yo, por aquello de que yo no tengo conocimientos médicos; pero sí una experiencia personal de cómo fue mi embarazo, con estrés incluido.

Se ha demostrado ya que el estrés es el causante del bajo peso del recién nacido y en muchos casos de un parto prematuro. Y mi caso es la prueba de ello. Sé que el estrés que sufrí durante mi embarazo fue la causa del poco líquido amniótico que detectaron a principios de octubre y esta falta de líquido fue, a su vez, la causa de que Eric no se pusiera en posición céfalica (y que por lo tanto me tuvieran que hacer césarea) y que naciera en la semana 37, un poquito antes de lo que le hubiese tocado, y con un peso relativamente bajito. Todo eso lo sé. No me lo ha dicho ningún médico, pero sé que es así y siempre que leo artículos relacionados con el embarazo y el estrés, me acuerdo de esos momentos. Como me ha pasado esta semana, después de leer un artículo en un periódico de tirada nacional. Me acuerdo, no puedo evitarlo. Y me sigue doliendo recordarlo.

La segunda mitad de mi embarazo fue una época muy dura profesionalmente. Es triste que en un momento de felicidad personal tan extrema, el trabajo te influya de una manera tan negativa. Como muchos sabéis, porque os lo conté en su momento, durante la segunda mitad de mi embarazo tuve que externalizar a todo mi equipo: buscar una empresa que se ajustara a las necesidades de mi empresa pero que fueran capaces de adaptarse a las necesidades de mi equipo, acordar objetivos y KPIs, redactar el SOW, tener en cuenta todos los cambios técnicos y prácticos… hasta ahí es mucho trabajo, pero aprendí a hacerlo y lo hice. Ése no fue tanto el problema, aunque estrés también hubo. El problema fue la parte «humana», la reacción de la gente que sufrieron el proceso de externalización. Yo puedo comprender su enfado hasta cierto punto, pero solo hasta cierto punto. No había otra opción: o externalizábamos o todos al paro, punto pelota, con lo cual, poco más a decir. Y no fue el enfado hacia la externalización, sino el enfado hacia mi persona (lo cual hasta cierto punto puedo entender, al fin y al cabo es el precio que tienes que pagar por ser responsable de un equipo de personas) y sobre todo el cambio de actitud hacia mí. Justo el día en que me dieron un susto de muerte cuando detectaron en las ecografías falta de líquido amniótico y me mandaron reposo durante 2 semanas, justo ese día todo cambió y compañeros de mi equipo a los que consideraba «amigos» dejaron de hablarme e intentaron borrarme completamente de sus vidas (ya sé que suena chorra, pero Facebook es un ejemplo). Eso me creó muchísimo estrés en un momento en el que necesitaba reposo y tranquilidad. Bien, estupendo. Y la cosa no cambió. Cuando me reincorporé al trabajo dos semanas después, la frialdad fue tan extrema que intenté dejarlo todo cerrado cuando antes y cogerme la baja por maternidad. Necesitaba dejar cerrados todos los cabos del proceso de externalización y cogerme la baja, olvidarme de todo. El timing no era ideal, pero sinceramente, no era culpa mía… ¿qué queríais que hiciera? ¿Ponerme un tapón y decirle a Eric «ahora no me viene bien que nazcas por temas de curro, ya si eso te aviso cuando me libere un poco»? Es estúpido. Las cosas vienen como vienen y a todos nos puede pasar. Hice todo lo posible, me dejé la piel y sinceramente creo que hice un buen trabajo. Total, dejé todo listo y me fui de baja, porque ya no podía más (y ahora que lo reviso, fue el 9 de diciembre… faltaba nada para dar a luz). Pero claro, eso tampoco gustó a estos ‘compañeros’ (como si les hubiese dejado «abandonados», ya me dirás tú) y es una actitud que sigo pagando a día de hoy, 4 meses después de reincorporarme al trabajo. Pero intento que no me afecte, intento que me dé igual. Y de hecho, sólo me afecta cuando estoy en el trabajo. Cuando salgo y estoy con Eric, se me olvida todo, pero cuando el bichito se duerme, me acuerdo, me acuerdo.

Es fácil decirle a una embarazada que debe evitar estar estresada durante su embarazo. Lo difícil es decírselo a todos los que la rodean, a la sociedad en general, porque hay gente que no quiere entenderlo. Y más en el mundo laboral. Y son esos, por desgracia, los que más estrés te crean. Y tendrás a 300 personas positivas a tu lado, que te intentarán ayudar y tranquilizar, pero si hay 2 que quieren hacerte daño, lo conseguirán. Es el poder de la minoría.

En fin, una reflexión.

Besos,
Lau