Jueves 9 de agosto de 2012
Después de una semana intensa de festivales y visitas a varias ciudades del norte de Japón, se terminaba Tohoku para nosotros. Cogimos un shinkansen hacia Tokio, pero no cualquier shinkansen. Como Luis es un poco friki de estas cosas, a pesar de que había servicios que nos dejaban en Tokio en poco más de 2 horas (los Hayate), Luis se empeñó en esperarse a un Yamabiko, que tardaba una media hora más. Igual os preguntáis por qué. El Yamabiko era un tren de la serie E4, de 2 pisos, de los que cada vez quedan menos, y que en no demasiado tiempo serán retirados en el servicio, y Luis quería probarlos personalmente. Además, los Hayate utilizan trenes de la serie E2 que ya habíamos utilizado mucho, así que no era plan de repetir :)
Llegamos a Tokio al mediodía, justo para comer algo en la estación de Ueno antes de ir al hotel Candeo. Total, sabíamos que no podríamos entrar en la habitación hasta las 15h, así que más daba llegar a las 13h o a las 14h.
Fuimos paseando tranquilamente desde la estación de Ueno hasta Uguisudani, donde está el Candeo Hotel y llegamos sobre las 14h. Hicimos un check-in previo y dejamos los trastos, pero efectivamente teníamos que esperar una hora para poder entrar en la habitación. Dudamos un poco, pero al final decidimos no esperarnos e irnos hacia la nueva Tokyo SkyTree y aprovechar así la tarde… ¡y vaya si la aprovechamos!
Al salir del hotel, medio entre bromas, vimos que la torre estaba «muy cerca» y nos picamos mutuamente y decidimos ir andando. La cosa es que suele gustarnos andar por barrios desconocidos, no en búsqueda de nada concreto «que ver» sino simplemente pasear y ver qué te encuentras… y eso hicimos… ¡fueron unos cuantos kilómetros!
De camino a la SkyTree nos encontramos con un templo dedicado a Iriya Kishimojin, una de las diosas de la infancia del budismo indio, aunque no era una diosa chula, no… la tía era cruel con los niños, los raptaba y se los comía y tal. Muy maja ella. Según la leyenda, Buda escondió a uno de sus hijos para que la diosa ésta supiera qué significa perder a un hijo y conseguir así que cambiara… y lo consiguió. Iriya Kishimojin se convirtió en una buena diosa protectora de los niños y las embarazadas.
La verdad es que el paseo fue largo (y durillo para nuestras piernas y pies), pero muy chulo. Ver tiendecitas de barrio, calles comerciales, la SkyTree cada vez más cerca… muy bonito.
Finalmente cruzamos el río Sumida, dejando Asakusa atrás y ya llegamos a la nueva torre de moda de Tokio, la Tokyo SkyTree que, sinceramente, es preciosa. La Tokyo Tower siempre estará en nuestros corazoncitos (y ahora que se ilumina con los mismos colorines que Arashi, ¡más!), pero la SkyTree es realmente bonita, las cosas como son… ¡y popular!
Porque cuando llegamos había una señal de más de 70 minutos de cola. Eric dormía en su cochecito y ya que estábamos ahí y que era jueves (no fin de semana), decidimos intentarlo… y qué agobio. Sinceramente, creo que esperamos más de 70 minutos… ¡eso era peor que Port Aventura, madre mía! Qué de zig-zags y qué de colas y qué aburrimiento.
Al final llegamos a las taquillas y ¡zasca! a soltar la pasta, porque cara es un huevo, la visita (2.000 yenes subir al primer mirador). Pero bueno, todo sea por subir a la nueva ‘atracción’ de Tokio. Después de comprar las entradas, justo Eric se despertó de su siesta e hicimos cola para el ascensor (que es una pasada lo rápido que sube, :O) y llegamos al Tembo Deck, el mirador a 350m de altura. Las vistas fueron geniales, la verdad, aunque tanta gente… qué agobio.
Pasamos otra vez por taquilla (¡zasca, otros 1.000 yenes!) y cogimos los ascensores hasta la Tembo Gallery, un mirador a 450m de altura, que además está en pendiente y es muy bonito. Vistas espectaculares de la puesta de sol.
En la zona más alta de la galería, marcada y fotografiada por todos los japoneses, hay un espacio de luces y música en el que Eric se pasó muuuuuuucho rato. Y cuando digo mucho es mucho. Mucho. Jugando con todas las nenas que encontró, ligando como siempre, el tío.
Gracias a eso, pudimos ver la puesta de sol y el anochecer sobre Tokio… y ver cómo se iban encendiendo las luces y los neones de la ciudad, muy bonito.
Eso sí, comentario negativo sobre la SkyTree, Hicimos más de una hora de cola abajo, cola para coger los primeros ascensores, cola para coger los segundos ascensores… es decir, la gente puede llegar muy cansada arriba. Y se gastan una pasta… lo menos, unos banquitos, no? Entiendo que no quieran que la gente se pase el día ahí, pero de ahí a que casi no hubiera dónde sentarse y que no te dejaran sentarte en el suelo, pueeeeees… fatal. No me gustó nada. Acabé cansada, agobiada de gente y de estar de pie y un poco mosqueada. Aaaaaaaunque no me arrepiento en absoluto de la visita, ya que la torre es preciosa y las vistas merecen la pena.
Al bajar, dimos una vuelta por el centro comercial Solamachi (realmete debería ser «soramachi» pero la escritura oficial es con ‘l’, pues vale) y decidimos cenar okonomiyaki y negiyaki en un restaurante de allí. Hicimos cola, como no podía ser de otra manera (¡mis pieeeeeees!) pero al final cenamos muy muy bien.
Al salir de la cena, nos compramos unos donuts, dimos una pequeña vuelta por los alrededores (para ver el riachuelo y demás) y decidimos coger un taxi de vuelta al hotel, que estábamos cansadísimos. El taxista muy majo, hablamos de fútbol (justo Japón había ganado a la selección española en los JJOO) y no sé de qué más, jajajajaja.
Llegamos al hotel, baños, duchas, cargadores enchufados y a dormir… ¡qué paliza de día!
Besos,
Laura (y Luis y Eric)
pd. Como siempre, podéis ver mis fotos aquí
pd2. También tenéis las fotos que Luis hizo a la SkyTree (maravillosas) aquí.