Lunes 13 de agosto de 2012
Último día completo en Japón, las vacaciones se acababan, así que decidimos hacer una excursión de un día a Enoshima, que es una pequeña isla (unos 4km de perímetro) en la bahía de Sagami. Realmente la isla forma parte de la ciudad de Fujisawa, con la que está unida por un puente de 600 metros, pero lo cierto es que todo el mundo habla tanto de la isla como de los alrededores y playas de Fujisawa como Enoshima.
Éste era un plan que Luis quería hacer ya en enero (aprovechando que además entonces habría menos gente) pero al final no tuvimos tiempo. Y en parte, Luis quería hacerlo también por lo chulo, según el, de la forma de llegar e irse. Ya sabéis que es un loco de los trenes japoneses… Así que mejor que os lo cuente él.
Para llegar a Enoshima cogimos un tren de la JR hasta la estación de Fujisawa, para intentar aprovechar un poco el JR Pass, ya que el resto de trenes eran de otras compañías y no servía el JR Pass. Luego, allí cambiamos al Enoden, un trenecito muy vintage, aunque cuenta también con vagones más modernos. Pero es precioso porque es una mezcla de tren eléctrico y tranvía, que circula por las calles de la ciudad pegado a las casas, a poca velocidad, pero muy muy pintoresco. A los japoneses les encanta, y a mí, por supuesto, también :D
Al llegar a la estacioncita ya notamos que la ciudad tenía un «rollo» diferente, un rollo muy de playa, con sus puestos callejeros, tiendas de productos de playa (no muy diferente a las de aquí, eh!) gente en bañador de aquí para allá… muy chulo.
Bajamos por la calle principal hasta llegar a la desembocadura del río Katase, donde entramos en un McDonald’s a comer. Todos los sitios comenzaban a estar petados, teníamos hambre, pocas ganas de hacer cola e innovar, así que bueno, acabamos en la hamburguesería de turno. Haciendo cola, eso sí. Madre mía cómo les gusta hacer cola en este país.
Allí al lado del McDonald’s hay otra de las estaciones que se pueden utilizar si vamos a Enoshima, la de Katase-Enoshima, que parece cualquier cosa menos una estación :)
Total, que comimos y ya empezamos nuestra visita turística por la zona cruzando el puente hacia la isla de Enoshima.
Muy curioso ver cómo debajo del puente, en la zona de playa, se habían reunido mogollón de personas con sus caravanas y sus tiendas y sus mesas y sillas plegables, etc. y estaban ahí haciendo barbacoa, comiendo, jugando, etc… Por los tintes de pelo, los morenos y los tatuajes, muchos tenían pinta de yakuza, sinceramente. De hecho, nos cruzamos con muchísima gente con estilo yakuza en Enoshima…
El paseo por el puente se hace cómodamente, ya que a un lado tienes los coches y al otro lado los peatones, separados. Las vistas de las playas a la izquierda y del mar a la derecha con la isla enfrente son espectaculares.
La calle principal, que sube al santuario de Enoshima, es estrecha, en pendiente y llena de tiendas y restaurantes. Y naturalmente está siempre a tope de gente, ¡ambientazo!
Y al final de la calle nos encontramos con el santuario de Enoshima (Enoshima Jinja) fundado en 853 por un sacerdote budista y es que antes de la restauración de Meiji un mismo lugar religioso podía tener elementos budistas y sintoístas y compartir ambas religiones, como fue el caso de este santuario.
La cuesta de la ruta establecida para dar la vuelta a la isla era tan pronunciada que caímos en la tentación y pagamos para utilizar las escaleras mecánicas. No es coña, existen 3 tramos de escaleras mecánicas que hay que pagar para usar, porque saben que las cuestas son terribles y mucha gente no quiere hacer tanto ejercicio. Eric dormía en el cochecito y nos pareció que justamente el dinero estaba para eso, jajajajaja, que ya estábamos muy cansados de tanto trote, eeeeh!
Y la primera parada tras las escaleras mecánicas fue el santuario Hetsunomiya fundado por el tercer shogun de Kamakura en 1206.
Desde el santuario Hetsunomiya pudimos disfrutar de unas vistas de Fujisawa y sus playas espectaculares:
A continuación vimos el santuario Okutsunomiya, una reconstrucción de 1842 muy conocida por la pintura de una tortuga que, supuestamente, fija su mirada en ti estés donde estés.
Seguimos cogiendo escaleras mecánicas hasta la cima de la isla, donde nos encontramos con los jardines botánicos de Enoshima, fundados por el mercader inglés Samuel Cooking que llegó a Japón en 1869 e hizo fortuna con el comercio de plantas. Se casó con una japonesa y se quedó a vivir en el país, donde adquirió tierras en nombre de su mujer, construyó un invernadero y se hizo con una colección de plantas tropicales. En 1880 abrió sus jardines al público, hoy conocidos como Jardines Botánicos de Enoshima. Desde fuera podemos observar una torre de observación de casi 54 metros de alto que ofrece preciosas vistas de la isla, la bahía y ciudades adyacentes como Kamakura y Yokohama.
Después de descansar un ratito, seguimos nuestra ruta por la isla. No parecía que hubiera escaleras de bajada, y además así volvíamos por otro lado, total que nos pusimos a caminar.
Al lado de los jardines vimos el templo Saifukuji (Enoshima Daishi), que fue la primera estructura budista reconstruida en la isla después del fervor «anti-budista» de la Restauración de Meiji. El Saifukuji es un templo moderno dedicado a la secta shingon que está flanqueado por dos oni o demonios.
A partir de ahí, nos encontramos con callejuelas estrechas (y llenas de gente) con bares, restaurantes, puestos de comida y tiendas tradicionales.
Queríamos seguir hasta las cuevas, visita obligada en Enoshima, pero estábamos todos muy cansados (Eric no tenía muchas ganas de andar, jajajajaa), había escalones, hacía muchísimo calor y estábamos cansadetes, así que decidimos pasar. Y eso que las cuevas tenían muy buena pinta, dedicadas al dragón o dios guardián de los pescadores, pero nos quedamos a las puertas.
E iniciamos el camino de bajada, desde donde disfrutamos de vistas espectaculares de la bahía.
¡Y por fin llegamos al final de la ruta!
Volvimos a bajar por la calle principal y al final, en la plaza central, dimos una vuelta para ver los restaurantes de pescado y marisco de la zona y disfrutar de geniales vistas de las playas de Enoshima.
Cruzamos el puente de vuelta y nos dirigimos hasta la playa, para ver un poco más de cerca cómo es el estilo de una playa japonesa, jejejejee… Y al final, muy parecido a la española, eh? Chicos jugando al voley, chiringuitos de playa con música (aunque muy currados aquí), gente haciendo surf… aunque aquí vimos más chicas maquilladísimas de la muerte (¡para ir a la playa!) y algunas tapadísimas hasta el cuello para no coger moreno.
Cansados, decidimos volver a Tokio pero esta vez utilizando otro medio de transporte, que por supuesto estaba todo planeadísimo por Luis. En este caso, la vuelta comenzaba con el Shonan Monorail, un monorraíl que va enganchado por arriba, como el de Chiba, y va por alto con lo que las vistas de Fujisawa y de la zona oeste de Kamakura son fantásticas. El trayecto en este caso nos llevaba hasta Ofuna.
Lo único malo es que el edificio donde está la estación final en Enoshima sólo tiene escaleras mecánicas en alguna de sus plantas (como el monorraíl es elevado, se coge en la planta superior). Y con lo cansados que estábamos y con Eric en el cochechito, juramos en arameo en los tramos en los que no había ni ascensor ni escaleras mecánicas. El resto del trayecto, desde Ofuna, ya lo hicimos en tren de la JR.
Descansamos un ratito en el hotel, hice las maletas y decidimos salir y dar un paseo hasta Ueno. Queríamos ver cuánto tardaríamos en ir andando a la mañana siguiente, en caso de coger el Skyliner hasta Narita, ya que se cogía en Ueno y parecía muy conveniente. Pero el camino no era tan corto como parecía, vimos que además sería una paliza con las maletas, el ahorro en tiempo no era para tanto, y encima cuando llegamos a la estación no había ya nadie en taquillas, sólo máquinas, mientras que en JR Ueno seguía habiendo gente en taquilla. Así que decidimos que iríamos en el NEX desde la estación de Tokio.
Total, que estábamos en Ueno y era nuestra última noche en Tokio, así que decidimos buscar un sitio para cenar y acabamos en un restaurante coreano, especializado en yakiniku, que estaba de vicio… ¡qué bueno, madre mía!
Nos pusimos las botas un poco, ¿sabéis? Después de cenar como unos campeones, dimos una vueltecita más por Ueno…
… y volvimos al hotel, a dormir tempranito que el día siguiente iba a ser una paliza monumental con miles de horas de viaje, empezando con JR a Tokyo-eki, NEX a Narita, vuelo a CDG, espera de un par de horas en París, vuelo a Madrid, recogida de maletas, coger el aerotaxi que habíamos reservado, llegar a casa e irnos a dormir directamente. Llegamos sobre las 22:00h hora local española a casa, lo cual nos vino estupendamente bien para irnos a dormir y dormir como lironcillos hasta la mañana del día siguiente y superar con más o menos éxito el jet-lag.
¿Reflexiones acerca de este viaje? Mejor las dejo para otro post, a modo de conclusión, ¿no?
Besos,
Lau (y Luis y Eric)
p.d. Podéis ver todas las fotos del último día, aquí.