He cometido un suicidio.
Un suicidio, sí.
No lo habéis leído mal, no; me he matado a mí misma. Yo solita. Sin razones, sin que nadie me obligara a ello.
Le pedí a mi suegra unas plantas para la casa… y adivinad qué hay ahora en nuestro alféizar…
Y diréis, ¿qué tiene de malo eso? Nada, en realidad no tiene nada de malo, pero el terror que me ha entrado nada más llegar a casa con las plantas en la mano es digno de una película de miedo japonesa. ¿Qué pasará si se me mueren? Tenéis que comprenderme, que no son plantas normales, no… ¡son las plantas de la suegra! Pfff… en qué lío me he metido… ^_^
Bromas aparte, la verdad es que estoy muy contenta de tener tres geranios y una planta que florece de noche (no me preguntéis, no tengo ni idea del nombre… y eso que florece de noche, me lo creeré cuando lo vea, ea!), junto a una florecita de colorines que gira y gira y gira con el viento. No sé, me llamaréis cursi o algo parecido, pero la verdad es que le da un rollo «casero» al piso. Me gusta. Ya soy una ama de casa completa (¡Dios míoooooooooooo… ¡ni yo misma me lo puedo creer!). Y aunque me de un poquito de miedo que se me mueran (¡que son las plantas de la suegra!), la verdad es que Puri, la madre de Luis, tiene plantas por un tubo, así que mucho problema digo yo que no habrá, jejejejejee…
En fin, voy a regar las plantas… nos leemos.
Lau