Domingo 5 de agosto
En nuestro quinto día completo en Japón habíamos previsto ir a Hirosaki al Neputa Matsuri, aunque ya en España nos dimos cuenta de que no era una opción (teníamos que salir muy temprano de Hirosaki y ver poco festival para hacer miles de horas de tren y llegar tardísimo de vuelta al hotel).
Además, estábamos un poquito cansados de la paliza de los días anteriores y teníamos ganas de hacer algo más «tranquilo» o que al menos no implicara miles de horas de tren y llegar tarde al hotel, y como el Neputa Matsuri es similar al Nebuta Matsuri que ya vimos, hicimos de tripas corazón y replanificamos. Así, investigando un poco, decidimos ir a Hiraizumi, que estaba muy cerquita de Kitakami (podíamos ir en tren local, que siempre es más «pintoresco») y que cuenta con muchas estructuras patrimonio de la humanidad de la UNESCO. Y es que Hiraizumi fue el pueblo de los Fujiwara de Hiraizumi durante 100 años a finales del periodo Heian e inicio del periodo Kamakura.
Ah, por cierto, que nos costó decidirnos, eh? Y es que la Lonely Planet que teníamos fue editada justo después del tsunami del 3 de marzo de 2011 y se explica, en una nota del editor, que se decidió quitar gran parte de la información sobre Tohoku ya que no sabían cómo estaba la zona, cuánto iba a tardar en recuperarse, etc… Total, que tienes poquitas páginas de información que apenas te dicen nada/dan ideas. Espero que en próximas ediciones ya incluyan la totalidad de la información, porque realmente Tohoku tiene taaaaanto que ver. Eso sí, el precio de la Lonely Planet era el mismo de siempre. Muy jodíos estos señores.
En fin, que nos lo tomamos con calma. Al salir del hotel, decidimos pasar primero por un santuario Suwa (Suwa Jinja) de Kitakami que teníamos muy cerca del hotel (todos los días pasábamos y no entrábamos, ya que íbamos directos a buscar el shinkansen, así que ese domingo aprovechamos).
Desde el santuario Suwa, fuimos a la estación de Kitakami y decidimos coger un tren local hasta Hiraizumi, que siempre nos gusta ‘perdernos’ un poco y es una manera de ver partes más inaka. Al llegar, fuimos primero a información turística, donde nos explicaron los sitios recomendados para ver y nos dieron información sobre el autobús circular que pasaba por todos ellos y que salía muy a cuenta.
Antes de cogerlo, de todas maneras, vimos que ya era la hora de comer y Eric estaba un poco insoportable (tenía hambre :D) así que nos fuimos directos a un kissaten o café típico japonés regentado por una familia… ¡en su propia casa! El café era chiquitito, entrabas y te encontrabas la barra con una pequeña cocina y 4 mesas para 4 personas. Luego, unos biombos y ya el resto de la casa familiar.
Fue gracioso porque hubo un momento en que vino una familia de 5, que no cabía en ninguna mesa, y la madre movió los biombos y vi que los dos hijos menores estaban jugando a la consola en la mesa de su salón. Total, les hizo moverse dentro del resto de la casa, movió los biombos hacia un lado (para tapar el resto del salón) e invitó a la familia de 5 a sentarse en la mesa del comedor… ¡tela! :D La verdad es que comimos estupendamente. Omuraisu para Eric y Luis y gratin de curry para mí. Muy rico y casero.
Con la panza llena, cogimos el autobús circular hasta la primera parada, el templo Motsu-ji donde se encuentran los restos de dos antiguos templos, Enryu-ji y Kasho-ji, en un jardín del periodo Jodo. La estructura actual data del siglo XVIII y poco tiene que ver con el esplendor del pasado, ya que se dice que en su apogeo Motsu-ji contaba con 40 pagodas y 500 monasterios. El lago central Oizumi-ga-ike (dicen que se ha mantenido tal cual desde hace 800 años) es uno de los puntos claves en la visita a Motsu-ji, además de la naturaleza de la zona, que es precioso.
A continuación cogimos el autobús hacia la siguiente parada, el Chuson-ji, un templo budista que data de 1100 (aunque la secta Tendai diga que es de 850). Su importancia recae en que contiene los restos momificados de los líderes del clan del norte de los Fujiwara (que fueron los que manejaron el cotarro en la zona del norte de Japón en el siglo XII). Hacía mucho calor y la subidita hasta la zona de los templos fue durilla, pero también muy bonita, al estar rodeados de árboles inmensos que nos cobijaban del sol.
Como pasa en muchas ocasiones, encontramos un torii de entrada a un santuario sintoísta dentro de las inmediaciones de un templo budista.
Después de ver toda la zona y bajar de nuevo por la cuesta hacia la entrada de la zona de templos, nos dimos cuenta de que el autobús ya no pasaba. Era temprano (no eran ni las seis), pero no nos habíamos fijado en los horarios de la línea, así que decidimos no visitar nada más de Hiraizumi y volver a Kitakami, pero claro, tuvimos que coger un taxi de vuelta a la estación (porque encima empezó a llover! ains…). Por suerte fue un trayecto corto, jajajaja.
La idea era llegar relativamente pronto a Kitakami para poder ver algo de su matsuri (festival) que se celebraba esos días y al llegar nos encontramos con que empezaba la fiesta, ¡perfecto! Al comienzo de agosto se celebra el Kitakami Michinoku Geino Matsuri o festival de las artes en el que hay exhibiciones de artes tradicionales como tocar el taiko, el baile sintoísta kagura, el baile shishi y la actuación más popular, el onikenbai o baile de las espadas y los demonios. Este baile, originario de Kitakami, comenzó como una ceremonia de agradecimiento a los espíritus hace más de mil años. Actualmente es muy popular por lo intensa y dramática que es la coreografía, con espadas y demás atuendo. Eric se hizo muy amigo de uno de los demonios que iban a bailar cuando llegamos y de hecho, cuando acabaron el baile, se acercó hasta nosotros, se quitó la máscara y nos dio las gracias por haberle visto bailar. Muy majo el chico, ^^
Después de ver bailar a nuestro amigo y que yo le dijera que me había gustado mucho y demás, decidimos dar una vuelta por la calle principal, que estaba llena de puestos de comida y actuaciones cada pocos metros, así que fue chulo, porque ibas viendo cosas bien distintas a medida que ibas andando.
Aunque lo que realmente todo el mundo estaba esperando era volver a ver a todos los grupos de baile onikenbai bailando a la vez, a lo largo de la calle principal, así que cogimos posiciones y disfrutamos del espectáculo como tres kitakamienses más :D A Eric le filpó el baile, aunque también he de decir que tardó poco en sentarse en el suelo al lado de dos niñas en yukata… ¡no sabe ni nada! XD
En cuanto acabó el espectáculo, nos fuimos a la izakaya en la que habíamos estado nada más llegar a Kitakami a cenar… ¡y nos pusimos las botas! Y como estábamos mucho más despiertos que ese otro día, nos animamos a cantar en el karaoke, jijijijijijiji.
Y después de cenar, fuimos paseando tranquilamente por la zona de love hotels y bares de dudosa reputación de Kitakami y al hotel a dormir, que al día siguiente nos marchábamos definitivamente de Kitakami para irnos a Akita.
Un beso,
Lau (y Luis y Eric)
pd. Como siempre, podéis ver toooooodas las fotos del día aquí.