Lost in Translation XI – Kamakura y Tokio

Lunes 20 de agosto

Queremos dedicar la mañana a Kamakura, una ciudad que fue capital de Japón entre 1185 y 1333 y que por su proximidad a Tokio, es la escapada ideal de un día. Kamakura tiene muchísimos templos budistas, pero nosotros vamos con uno concreto en mente: visitar el Daibutsu, la atracción más conocida de Kamakura.

El Daibutsu, o Gran Buda, se terminó de esculpir en 1252 y aunque en el pasado ocupaba una sala enorme, en la actualidad el Buda está al aire libre (parece ser que la sala fue arrasada por un tsunami en 1495). El grandioso Buda está tallado en bronce, pesa unas 850 toneladas y mide 11,4 metros de altura. Aunque el Daibutsu de Nara es todavía más grande que el de Kamakura, lo cierto es que se considera artísticamente superior al de Kamakura. Sea como fuere, lo cierto es que impresiona ver a esa estatua, tan grandota y tan maravillosa:

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Damos una vuelta por el complejo, vemos las enormes (realmente son inmensas!) zapatillas del Buda colgadas en una pared, ^_^, entramos dentro de la estatua (hay que pagar 50 yenes para poder ver al Buda desde dentro), nos sentamos un ratito a descansar… y buscamos el mejor ángulo para hacerle la foto al señor Buda, que tan amablemente posa para nosotros.

Al salir, y después de hidratarnos un poco (¡qué calorazo que hace!) nos acercamos a otro templo de la zona, el Hase Dera, también conocido como Hase Kannon-ji.

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El templo tiene un jardín muy bonito y una colección de estatuas de jizô que representan a las almas de los niños fallecidos. Están todas alineadas, hay un montón y estremece pensar que cada una de ellas ha sido colocada ahí por una familia que ha perdido a un niño. En invierno, además, es tradicional que las madres abriguen a las estatuas con gorritos y abriguitos, para que no pasen frío… Ahora en verano, no es así, aunque encontramos alguna que otra con su gorrito de lana, y sobre todo, algunas ofrendas de videojuegos y cosas parecidas, ya que los padres han llevado a las estatuas, en las que están las almas de sus hijos, aquello que más les gustaba a estos:

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Además de la estremecedora imagen de las estatuas, el templo es famoso por su estatua de Kannon, diosa de la piedad y de compasión infinita, una de las deidades budistas más importantes de Japón. Se cree que la Jûichimen (Kannon de 11 caras), de madera tallada y 9 metros, data del siglo XVIII y tenemos que decir que en realidad tiene una cara principal y 10 secundarias que representan las 10 fases de la iluminación. Se dice que las caras de Kannon le permiten mirar en todas direcciones y auxiliar a los necesitados.

Después de pasear un buen rato por el templo y sentarnos un rato en lo alto de su terraza, desde donde se tienen vistas espectaculares de Kamakura y del mar, vamos al centro de la ciudad a comer algo. Acabamos en un restaurante muy familiar, todo lleno de clientes habituales japoneses y ni un sólo extranjero, especializado en tonkatsu (carne empanada), donde nos tratan con verdadero cariño (creo que nunca han visto un guiri en su local, ^_^) y nos sirven unos platos espectaculares de tonkatsu… ¡qué bueno!

Cogemos el tren de vuelta a Tokio y decidimos ir a pasear por uno de los barrios más pijos de la ciudad: Ginza. En sus calles, podemos encontrar desde las tiendas de diseñadores más cool hasta los showrooms de marcas electrónicas punteras… todo en escaparates súper guais y tiendas súper molonas, ^_^, rodeados de grandes anuncios de neón en todos y cada uno de los edificios. Así que paseamos por la zona, echamos un vistazo al Kabuki-za, el teatro más conocido donde se representa Kabuki, que justo está hasta arriba de gente porque acaba de terminar una representación, así que seguimos andando y acabamos entrando en el Sony Showroom, en la entrada del cual hay un enorme acuario, ¡toma ya! Aquí una imagen de Ginza:

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Después de dar unas vueltecitas viendo los últimos gadgets de Sony, nos acercamos al Canon Showroom, donde Luis pudo tener en sus manos la 40D y la 1Ds Mark III… ¡cuando en España no se habían visto todavía! :D Porque había un guardia de seguridad y éramos los únicos en la sala, que daban unas ganas de salir corriendo con ellas… Finalmente, tras ver estas camaritas, nos vamos a la Apple Store de Ginza, muy chula ella, con varias plantas y un ascensor que no tiene botones ya que va parando en todas y cada una de las plantas. Allí, podemos ver los nuevos iMac que acaban de ser presentados, tan bonitos ellos en su acabado de aluminio, y aprovechamos para mirar el correo, Internet, etc… en pantallas de 24 pulgadas, menudo lujo! :D

Una vez paseado el barrio, decidimos coger la línea Yamanote (cómo no, la omnipresente línea Yamanote, que te lleva a casi cualquier rincón de los importantes en Tokio) e irnos a otro barrio de Tokio: Shibuya, un barrio donde se junta la gente joven más moderna, que sigue un estilo de moda muy concreto y estrafalario a menudo… En este barrio es donde se encuentra la famosa estatua del perro Hachiko: en la década de los años veinte, un profesor que vivía cerca de la estación de Shibuya tenía un perro de raza akita que iba cada día a la estación a esperar el regreso de su amo. El hombre falleció en 1925, pero el perro le siguió esperando fielmente en la estación hasta que murió 11 años después. Su fidelidad no pasó desapercibida y por ello los japoneses levantaron una estatua en su memoria. Una de las estampas más conocidas de Shibuya:

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Pero lo que realmente queríamos ver en Shibuya era la ‘Colina de los hoteles del amor’, una zona repleta de love-hotels para todos los gustos, ¡qué barbaridad! Hay un montón y todos con bastante clientela, jejejeje. Lástima que no se pueda ver mucho, porque lógicamente, las entradas a todos ellos son bastante poco accesibles a no ser que realmente quieras alojarte allí.

Bastante cansados del paseo que nos hemos dado, decidimos volver al ‘barrio’ (es decir, a Shinjuku) y cenar en Yuraku-cho, en el callejón de los yakitori (brochetas de pollo y otras carnes o verduras asadas al carbón y ensartadas en una brocheta) situado bajo las vías de la JR. Todo muy sucio, muy oscuro y muy pequeño, así que, de tan típicamente japonés, decidimos probar, jejejeje. Entramos en un primer bar donde nos advierten de que sólo hablan japonés y que las cartas sólo están en japonés, a lo que Laura les contesta que ok, que vale, que ya nos las apañaremos, aunque los japoneses no parecen muy convencidos. Para picar, pedimos el plato típico de cinco brochetas entre las que hay de todo: desde pollo, pasando por piel (sí, habéis oído bien, piel sin nada más) y hasta hígado… ¡bueeeeeeeeeeeeecs! Qué asco… Aquí tenéis a Lau, muy contenta y sonriente porque todavía no sabe qué va a comer… ^_^:

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Salimos algo decepcionados, porque nos gusta el yakitori, pero el típico (no asquerosidades como la piel, el hígado o las entrañas), pero claro, tenemos hambre y nos apetece tener un buen recuerdo del callejón (sí, somos unos masoquistas y unos cafres, qué pasa, ^_^), así que entramos en otro sitio, donde además de yakitori, comemos yaki-onigiri (bolas de arroz fritas) y alguna cosita más. Por desgracia, el hígado también se cuela por ahí y nos entra el asco de nuevo… a lo que Laura proclama que nunca más comerá yakitori en el callejón de los yakitori.

Para quitarnos el mal sabor de boca, decidimos terminar la noche (aunque ya es bastante tarde) en un karaoke!!!!! Contratamos un par de horas con nomi-hodai (bebe todo lo que quieras) y ale, ¡a cantar! Pero nos viciamos tanto cantando y bebiendo que acabamos contratando una hora más in situ, y tan contentos en nuestra salita, jejejejee… ¡qué bien lo pasamos! (y qué mal cantamos algunas canciones, jejejeje). Hay muchas fotos embarazosas, jejejejee… un ejemplo:

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Luis se puso ciego a combinados alcohólicos a base de Calpis, su bebida japonesa favorita, tanto la normal como la de sabores, y acabó la noche cantando «More than this», de Roxy Music, emulando a Bill Murray en Lost in Translation, que si recordáis la canta en un karaoke y la destroza bastante. Luis no la destrozó tanto jajaja… Ciertamente fue un buen final de noche…

Próximo capítulo: Hakone