Bueno, hemos tardado un poquito bastante en escribir esto, más que nada porque cuesta mucho volver a coger el ritmo laboral de nuevo, pero aquí estamos dispuestos a contaros (aunque sea de forma resumida) nuestras vacaciones de Navidad. Esperamos que nos os aburráis mucho…

Como todos sabéis, pasamos Nochebuena en Madrid, en casa de los padres de Luis y a la mañana siguiente cogimos un tren hacia Lérida y llegamos a Igualada, en casa de los padres de Laura, para la típica comida catalana de Navidad: escudilla, carn d’olla i pollastre farcit (es decir, una sopa con galets, que es pasta rellena de carne, luego una pelota de carne picada condimentada, y pollo relleno). Ahí pasamos Navidad y Sant Esteve, que es el 26 de diciembre (¡y también comimos los tradicionales canalons! Es decir, canelones hechos con la carne sobrante del pollo del día anterior, que están riquísimos, por cierto) y el día 28 nos fuimos al aeropuerto: empezaba nuestra aventura noruega.

¿Queríamos «navidades blancas»? Pues dos tazas, ale. En el avión, sobrevolando el aeropuerto de Torp, al sur de Oslo (tan al sur, que no está ni en la misma provincia, sino en la de Sandefjord), habla el comandante y nos dice que el aeropuerto está cerrado por culpa de una incesante tormenta de nieve. Así estuvimos más de hora y media, sobrevolando la zona, esperando que calmara el temporal y que pudieran limpiar las pistas. Finalmente, dos horas más tarde, aterrizamos en el aeropuerto, bajo una intensísima nevada, cogimos el autobús que nos estaba esperando bajo la nieve y fuimos directos a la capital, flipando con la belleza de nuestro alrededor, todo nevado y precioso. Y menos mal que cayó esa espectacular tormenta de nieve, porque si no hubiera sido así, no hubiéramos visto absolutamente nada de nieve, y hubiera sido una gran decepción :D Como muestra, una vista del fiordo de Oslo nevadito desde el castillo de Akerhus, con su cañoncito todo nevado también…

Miércoles 29 de diciembre

Después de desayunar y robar panecillos y cruasanes para la hora de comer (Oslo es carísimo, de verdad), nos fuimos a la oficina de información turística y empezamos nuestro trabajo como «turistas». La verdad es que la ciudad estaba preciosa, toda blanca y nevada y las vistas eran espectaculares. Por ello, decidimos ir andando hasta el Akershus Slott og Festning (Fortaleza y Castillo de Akershus) situados en el extremo este del fiordo de Oslo, desde donde había unas vistas espectaculares del fiordo, el puerto, la ciudad con el Rådhuset (ayuntamiento) al frente, sus edificios en la colina y hasta la pista de saltos de esquí Holmenkollen. Después de unas cuantas guerras de bolas de nieve, resbalones (pero sin llegar a abrirnos la cabeza en ningún momento, eh? :P) y risas varias entre la nieve, nos fuimos al Det Kongelige Slott (el palacio real) y paseamos un buen rato por sus jardines, todos nevados y blancos y a rebosar de niños con trineos, dispuestos a pasar un buen rato (y lo bien que lo pasamos nosotros también al verlos). Seguimos paseando y desde una de las calles más comerciales de la ciudad, Karl Johans gate (gate es calle, en noruego), llegamos a la Domkirke o catedral, que data del 1697, donde nos sentamos y descansamos un rato, escuchando a la gente del coro practicar las canciones que cantarían en el concierto de Año Nuevo. Por la tarde/noche, paseamos por el barrio Grønland, al este de la ciudad, un barrio llamado “de inmigrantes” por la gran cantidad de casas y tiendas de inmigrantes que hay en la zona. Allí encontramos un restaurante hindú bastante barato donde cenar… ¡todo un milagro! (cuando hablamos de barato en Oslo, hablamos de un plato de curry de pollo o cordero no muy grande, con pan nan, y arroz blanco, con un refresco, por unas 1500 pelas).

Ved una foto del Palacio Real:

Jueves 30 de diciembre

Después de desayunar y robar comida de nuevo, ^_^, decidimos pasar la mañana en el barrio medieval de Oslo, llamado Gamlebyen (que significa pueblo antiguo) que vivió su época de oro desde 1300 hasta 1624 (cuando se construyó otra ciudad a unos metros de distancia, Christiania, en honor al rey Christian IV, que luego pasaría a llamarse Oslo). Actualmente, sin embargo, quedan pocas cosas por ver en Gamlebyen y las casas y edificios son muy modernos, convirtiendo la zona en un barrio más de la ciudad. Sin embargo, siguiendo la información de la oficina de turismo, estuvimos paseando por la zona, viendo las ruinas del castillo del Arzobispo (del siglo XIII), de la Catedral de St. Halvards (del siglo XII), del monasterio de St. Olavs (del siglo XIII), de la Iglesia St. Cross (del siglo XIII), de la zona de talleres de zapatos y las casas de la calle Vestre (del año 1250), de las ruinas de la Iglesia Clemens (del año 1100) cerca de la calle Eyra y Østre, las del castillo del Rey (del siglo XI) y las de la Iglesia St.Mary’s (del 1050). Un paseo muy bonito, aunque algo «peligroso» por el hielo que cubría las calles de Oslo, y también porque aún quedaban algunos «restos» del antiguo pasado medieval de Oslo, y si no lo creéis, ved la foto, ved…

Seguidamente, cogimos un tranvía (600 pelas el billete sencillo por persona!) y el metro y llegamos a Holmenkollenbakken, el impresionante trampolín de saltos de esquí de Holmenkollen. Desde lo más alto del trampolín se supone que uno puede disfrutar de las mejores vistas sobre el fiordo, pero dado la niebla nosotros ni subimos (¡era demasiado caro!) y nos contentamos con ver la puesta de sol desde un poquito más abajo. Eso sí, flipamos bastante al ver a tantos jóvenes con esquís y trineos en el metro (ya que el metro llega directo a las estaciones de esquí, fantástico) y nos reímos un rato subiendo y bajando la montaña, porque entre la nieve y el hielo, los resbalones estaban a la orden del día.

Por la tarde, aunque cansados de tanto andar, nos armamos de valor y fuimos a pasear por el parque Vigeland, un parque con unas 200 esculturas de figuras humanas del noruego Gustav Vigeland (1869-1943). Ahí estuvimos paseando un rato largo, viendo todas las esculturas del parque y tomando muchas fotos. Sin embargo, como en Oslo el sol se pone muy temprano, decidimos volver otro día con más luz… Por la tarde/noche, después de pasear un poquito por el centro de Oslo fuimos a cenar al Café Asylen, un café/pub/restaurante maravilloso, donde gracias a la amabilidad del dueño que nos aconsejó, cenamos dos platos típicos de la Navidad noruega (¡que estaban buenísimos, uno de cordero y otro de cerdo!), con una cervecita noruega de Navidad y un chupito de aquavit, el típico aguardiente nórdico, cortesía de la casa, aunque hay que decir que Laura sólo probó un poquito el suyo, porque era demasiado fuerte.

Viernes 31 de diciembre

Decidimos pasar el último día del año en Drøbak, un pequeño pueblo al este del fiordo de Oslo, lugar conocido por su Tregaardens Julehus (casa de navidad) y por ser el sitio de donde si no procedía Santa Claus, al menos sí era su «lugar de vacaciones», ^_^. Allí visitamos la Casa de Navidad y nos gastamos nuestros ahorros en la oficina de correos de Santa Claus (la Julenissens Post Kontor), desde donde enviamos algunas postales con el matasellos navideño especial y único de dicha oficina. Después, paseamos tranquilamente por el pueblecito, lleno de casas típicas de madera situadas en una colina, sobre el fiordo de Oslo y por el Bryggen, o puerto, que realmente era un puertecito precioso en el fiordo. También pudimos ver allí la única señal de tráfico que existe en todo el mundo (oficial además, que está puesta por el Ayuntamiento) que avisa de «peligro, duendes sueltos», como queda demostrado gráficamente…

Al volver a Oslo, nos bajamos en el puerto de la ciudad y disfrutamos de la puesta de sol más preciosa que hemos visto en nuestra vida (y la más temprana, también, ya que el sol empezó a bajar a las 14.30 horas, para ponerse completamente sobre las 15.30), un buen adiós para el año 2004, desde el fiordo de Oslo… preciosa, no paramos de hacer fotos y fotos y más fotos, paseando desde el extremo este del fiordo hasta el extremo oeste, pasando por el puerto y terminando en el Aker Brygge, una zona portuaria muy moderna, llena de bares, restaurantes, casas modernas (MUY modernas) y edificios de oficinas. Por la noche, cenamos en el barrio de los inmigrantes (sí, otra vez… ¡era lo más barato!) y fuimos a tomar una cerveza (que nos costó un riñón y medio: 1200 pelas cada una) a un pub de la calle Karl Johans, celebrando así la Nochevieja a «nuestra manera».

Podeís ver aquí dos momentos diferentes de la fantástica puesta de sol de la que hablamos:

Hacía tantísimo frío (esa noche fue extremadamente fría, la verdad, rondando la temperatura los 10 grados bajo cero), así que cambiamos de planes y en vez de ir al parque Vigeland (porque ahí se suele juntar mucha gente en Nochevieja), finalmente vimos terminar el año desde el hotel, viendo la multitud de fuegos artificiales que la gente de Oslo tiraba de forma privada tanto desde el parque Vigeland como desde las azoteas de sus casas (como nuestros vecinos). Lo curioso de estos noruegos es que les suele dar bastante igual el momento exacto en que empieza el nuevo año, porque los petardos/fuegos artificiales comenzaron sobre las 23:30, y en la tele noruega, lo único que hicieron fue poner un reloj sobreimpresionado, en el que se veía el segundero moverse, y cuando dieron las 00:00, la persona que estaba hablando, tras un minuto de silencio por lo del tsunami, dijo «Godt nytt år» (Feliz año nuevo), y hale, se quedaron más anchos que largos.

Sábado 1 de enero

A pesar del frío que azotaba la ciudad, decidimos volver al parque Vigeland y poder disfrutar un poco más del lugar y de las esculturas con la luz del día (léase entre comillas, ya que el día nunca llegaba a levantar demasiado, ^_^). Al salir, cogimos un tranvía hacia el noreste de la ciudad y empezamos un paseo (recomendado por la oficina de turismo) por el río Akerselva, siguiendo su ribera. Precioso paseo por el río, muy recomendable, donde vimos edificios de antiguas industrias reconvertidos en modernos pisos, varios puentes más o menos antiguos, pequeñas cascadas de agua, antiguas iglesias, algunas esculturas… y patos, ¡muchos patos! Por la noche, paseamos por el centro de la ciudad (¡estaba desierto!) y cenamos lo más barato que encontramos: un kebab, por unas 1000 pelas.

Ved dos fotos del parque Vigeland. En la que sale Luis, la escultura del niño enrabietado pateando el suelo es la más popular de las 200 que hay, al menos para los noruegos:

Domingo 2 de enero

Último día en Oslo, que habíamos reservado para ir a la zona de Bygdøy, un poco a las afueras, donde se encuentran los museos más famosos de la ciudad. Empezamos nuestra visita en el Museo Kon-Tiki, uno de los más interesantes que hay, a pesar de no ser demasiado grande. Ahí aprendimos un poco más sobre las expediciones del científico y explorador Thør Heyerdahl: la expedición Kon-Tiki, que demostró que era posible alcanzar la Polinesia desde Perú en balsa, probando así que podría haber habido contacto hace milenios entre ambas culturas; las expediciones Ra I y Ra II que probaron que los indígenas de América Central pudieron haber sido influidos por marineros del Antiguo Mundo que navegaban sobre barcos de papiro en la era pre-colombiana; y la expedición Tigris que atravesó el Océano Índico de Asia a África y probó que pudo haber contacto entre Mesopotamia, Egipto y el Valle del Indo hace miles de años.

Seguidamente, fuimos al Museo de los Barcos Vikingos, el único museo que expone tres barcos vikingos muy bien conservados (dos de ellos, el tercero estaba bastante peor, el pobre) encontrados en excavaciones arqueológicas (ya que los barcos se utilizaron como “tumbas”). Además, vimos un montón de objetos varios encontrados en estas “tumbas”.

Finalmente, terminamos las visitas a museo en el Museo Folclórico noruego, un museo al aire libre donde se exponen más de 150 casas y edificios reales (no son réplicas, son reales y transportados al recinto) de todo el país y que algunos se utilizan como pequeños «museos», mostrando cómo vivía la gente de la época. Además de recomendar la zona de la «ciudad medieval», llena de casitas antiguas de los pueblecitos más pequeños del país (de 1600 y posteriores), naturalmente tenemos que recomendar la visita estrella: una típica iglesia de madera noruega, la Iglesia Gol, que data de 1200. Por la tarde/noche, decidimos pasear por el Aker Brygge (la moderna zona portuaria), mucho más animada que en días anteriores. Ved la Iglesia de madera del año 1200, del museo folclórico:

Después de tomarnos un café en el hotel y recargar las pilas (sí, las «físicas», no las de las cámaras, ^_^), decidimos coger un tranvía que iba al norte de Oslo, bajarnos en cualquier lugar y bajar andando, paseando por zonas «desconocidas», viendo dónde y cómo viven en la zona, etc. Finalmente, tras un paseo muuuuy largo, y con 10 grados bajo cero, llegamos al centro y decidimos tomarnos una cervecita para despedir nuestras vacaciones en Oslo.

Al día siguiente, nos levantamos extremadamente temprano (las 5 de la mañana!) y deshicimos el camino: de Oslo al aeropuerto de Torp, de ahí a Londres y de Londres a Barcelona.

En fin, cinco días geniales en Oslo que nos dejaron un gran sabor de boca, con muchísimas ganas de volver.

Besitos,

Lau y Luis